sábado, 3 de octubre de 2009

¿Preguntas?

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Últimamente mis dedos de las manos se han ido encogiendo. Me duelen. Ya casi ni puedo levantar mi bastón como se debe. Creo que estoy perdiendo autoridad ante mis hombres; ya no les puedo romper la crisma como es debido. Apenas si logro tocarlos. Los doctores me dicen que padezco de artritis, una enfermedad que es hereditaria. Maldigo a mi mamá y a mi papá. ¡Malditos sean donde quieran que estén!. No es justo que de niña no se dieran cuenta a tiempo que padecía de Poliomielitis, hasta el punto que me confiné a caminar con un bastón por el resto de mi vida, como para que ahora me vengan a heredar su maldita artritis. Definitivamente, a veces, cuando me despierto, me levanto, me preparo una taza de café y entro en mi rutina de mirar por la ventana durante algunos minutos, el mundo se me viene abajo. Nada de esperanza a la vista. “Esperanza”, un mal invento de la humanidad… o quizás un buen invento. A la humanidad le gusta sufrir por algo inexistente. Hay veces en las que me deprimo como ostra, y sólo por un maldito invento. Lo que no es invento, es un buen polvo; ese se siente. Un buen polvo, ya sé quién me lo podrá dar, y así mi venganza se desbordara. Cuando mi hija Natalia se entere, no me creo en nada que esté muerta, se va a querer morir; su novio Debby, como le llama ella, no se lo esperara. Sólo espero que al muy hijo de puta se le pare; y si no, le embuto viagra hasta por los ojos.