miércoles, 29 de septiembre de 2010

Literatura

James Gunn, El coleccionista de juguetes

“-Dame esa pipa.
Se la di.
- Oye, Nancy, ¿te acuerdas de cómo era?
- ¿Cómo era qué?
- Cuando éramos niños.
- Sí, como… ¿qué? ¿Te refieres a querer ser adulto todo el tiempo y no poder?
- No, por Dios, yo nunca quise eso. Me refiero a ser capaz de imaginar cualquier cosa y lograr que casi se haga realidad. Había fe. ¿Te acuerdas de cuando Tar se puso a llorar porque Oscar junior había muerto?
Nancy se quedó mirándome.
- Sí – dijo, dejándose caer en el sofá.
- Joder, eso fue definitivo para mí- dije-. Recuerdo que miré hacia el suelo y vi que a Ellen le salían los sesos por detrás de la cabeza.
- Mierda. Ellen. Maldita sea.
Imaginé que Nancy estaba a punto de llorar por la muerte de su amiga. Tal vez estaba a punto de hacerlo.
- Pero, mierda, James, cuando te haces mayor ves estas cosas en la vida real.
- Pues yo ya no lo siento así.
- ¿No trabajas en un hospital?
- Sí.
- ¿Y no has visto morir a alguien?
- Sí, pero me parecía mucho más real cuando las personas eran de plástico.”

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Literatura

Arnon Grunberg, El refugiado

"Hace un tiempo, Beck le preguntó:
- ¿Por qué no puedes buscarte un hombre majo y normal al que no le pase nada? Como los que salen en las portadas de las revistas, alguien como el que a todo el mundo le gustaría ser.
- En primer lugar porque ésos no me necesitan - respondió ella-, y en segundo lugar porque me parecen aburridos.
Esa era una respuesta que no satisfacía demasiado a Beck.
- No puedes querer hacer felices de repente a personas que han sido infelices toda su vida, eso es de sádicos.
- No quiero hacerlos felices - replicó su mujer-. Además, tú crees que es preferible no haberlo conocido nunca para así no echarlo de menos.
- ¿El qué? ¿El amor? ¿La felicidad?
- Ambas cosas.
Beck reflexionó unos instantes.
- Sí - dijo-, eso creo. La felicidad es sádica por naturaleza."

domingo, 19 de septiembre de 2010

Hablemos de langostas, David Foster Wallace

"Todas las primaveras, la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas presenta sus premios a los logros más significativos en todos los aspectos del cine comercial. Se trata de los Premios de la Academia. El cine comercial es una de las industrias más importantes de Estados Unidos, igual que los Premios de la Academia. El célebre comercialismo e hipocresía de los Oscar asquea a muchos de los millones y millones y millones de espectadores que sintonizan su emisión en plena hora de máxima audiencia para ver las presentaciones. No es coincidencia que la ceremonia de los Oscar tenga lugar durante la Semana de Sondeos de la televisión. Casi todos la ponemos, a pesar de lo grotesco que resulta ver a una industria felicitándose a sí misma por fingir que todavía es una forma de arte, oír a gente con vestidos de cinco mil dólares invocar pomposos tópicos de sorpresa y humildad escritos por publicistas, etcétera —todo ese rollo cínico posmoderno—, y sin embargo parece que todos la miramos. A todos parece importarnos. Por mucho que duela la hipocresía, por mucho que los ingresos brutos de los estrenos y las estrategias de marketing ya sean más noticia que las películas en sí mismas, por mucho que Cannes y Sundance se hayan convertido en nada más que zonas empresariales. Pero la verdad es que la cosa ya no entraña más diversión genuina que esa. Y lo que es peor, parece haber una enorme conspiración implícita en virtud de la cual todos seguimos fingiendo que la cosa es divertida. Que nos hace gracia que Bob Dole haga un anuncio de Visa y que Gorbachev se haga pasar por cliente entusiasta de Pizza Hut. Que toda la cultura de la fama comercial vaya como loca por hacer dinero y al mismo tiempo se felicite a sí misma por fingir que no va a por el dinero. En el fondo, sin embargo, sabemos que es todo una mierda."

El mutuo elogio no se le escapa a nada

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Salvo al principio de este blog fui constante, luego todo se fue al carajo echándole la gran culpa a la aburrición. Reviviendo este sitio:

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, David Foster Wallace

“...me sentí desesperar. La palabra se ha banalizado ahora por el exceso de uso, desesperar, pero es una palabra seria, y la estoy usando en serio. Para mí denota una adición simple: un extraño deseo de muerte combinado con una sensación apabullante de mi propia pequeñez y futilidad que se presenta como miedo a la muerte. Tal vez se parezca a lo que la gente llama terror o angustia. Pero no acaba de ser como esas cosas. Se parece más a querer morirse a fin de evitar la sensación insoportable de darse cuenta de que uno es pequeño, débil, egoísta y de que, sin ninguna duda posible, se va a morir. Es querer tirarse por la borda.”

Y ya sabemos qué fue de Foster Wallace, ¿no?