domingo, 26 de julio de 2009

La solución

*

Ella tiene un tic nervioso que consiste en que cierra intermitentemente un solo ojo y se muerde el lado derecho de su labio inferior. El tic se le aumenta más en situaciones como esta, en las que el caso es de vida o muerte y no hallamos la forma de escapar de la terraza de este hospital. De esta no podemos salir, quizás nuestra aventura llegué hasta aquí. Otro fracaso más en mi vida. Tal vez, ella, luego, se avergüence de mí. Me mire de la forma en que suele hacerlo cuando ve por la calle a un indigente o a un niño desamparado.

- Natty, recemos.- le digo.
- ¿Qué? – Pregunta ella.- ¿Me estás hablando en serio?
- Sí.
- No te creo, y si es así ¿le rezamos a tu Dios?
- El único Dios.
- Puaff, qué esperanzas. Prefiero rezarle a la contra de tu Dios, al que llaman Satán, estadísticamente tiene menos muertos encima.
- No digas esas cosas,… ya sabes.
- No digas tú esas cosas,… ya sabes.

Porque a veces ella me diga palabras como “Muérete”, “Púdrete”, “Malparido” “Hijueputa” o frases como “Te odio, Debby”, “Si eres tan católico, hazte cura y viola a un niño”, “Metete un palo culo arriba y muérete, Debby”, sé que le gusto… o… de alguna manera, ella conmigo encuentra la forma de combatir su soledad… me dijo alguna vez que en su infancia tenía a una amiga imaginaria a la cual bautizó: Soledad… Cuando le dije que bautizar así a una amiga imaginaria era algo estúpido, algo de gente que oye Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Ricardo Árjona o algo así parecido, me tiró una olla con agua hirviendo, que por fortuna no estaba lo suficiente caliente; todavía tengo la cicatriz de las quemaduras de segundo grado en los pies.

Ella empieza a sollozar. No pierde la oportunidad de llorar a moco tendido; dice que así eleva su espiritualidad. Pero su llanto es ahogado; me recuerda a un personaje de un dibujo animado llamado Pulgoso, que se reía sin emitir sonido. A pesar de que la dejo llorar, siempre me reclama el por qué la dejo llorar. Cuando trato de evitarlo, igual me reclama el por qué trato de evitarlo. Mujeres.

Pienso en una solución extrema.

– Natty, ya sé qué hacer para salir de esta con vida.- le digo.

Ella me mira. Como si esto fuera obra de un director de fotografía de cine, la luz de la luna ilumina perfectamente su rostro. Sus ojos y sus lágrimas dan un brillo perfecto.

- ¿Qué Debby, qué vamos a hacer, que no sea rezarle a un asesino?- me pregunta ella.

sábado, 18 de julio de 2009

Ahora, uno fácil

*

David mira una vez más hacia atrás, se cerciora si de verdad han perdido de vista a los hombres de la Tullida. Natalia le da una bocanada a su cigarrillo.

- Natty, tenemos que seguir, antes de que nos vuelvan a encontrar los hombres de la Tullida. – dice David.
- Siempre nos encontraran, Debby.- dice Natalia.
- Pero no quiero que sea ahora, Natty.- dice David.- Sigamos.

**

– Óyeme Debby, de tanto correr me debo ver espantosa. – Dice Natalia exhausta y con su brazo adolorido mientras se sienta y se recuesta contra un gran cubo de basura en la terraza del hospital. – Quisiera tener un espejo en este momento.
- Se cae el mundo y tú siempre tan oportuna con tu vanidad.- Dice David mirando para todos los lados, buscando alguna salida.- Y si te digo que te ves hermosa, igual no me vas a creer.
- No es momento para que me digas eso, Debby. – dice Natalia.
- Lo sé, nunca es el momento... para mí. – dice David.
- ¡Debby, escúchame!
- Baja la voz, Natty, que se van dar cuenta que estamos aquí.
- Ya lo saben.

David se sienta al lado de Natalia y la abraza.

- Déjame tener alguna esperanza de que podemos salir de esta sin quedar con la apariencia de un queso gruyere. – dice David.
- Debby. – dice Natalia.
- Natty. – dice David.
- Dime que estoy hermosa.
- Estás hermosa, Natty.
- No te lo creo, ni siquiera me miraste al decírmelo.
- Toda mi vida te he mirado y no te he dicho nada, qué contradicciones.
- ¿Y qué más te da que me mires otro ratico y esta vez si me lo digas?
- Natty, no es momento para esto.
- Debby, no te robes mis dichos.

David asoma su cabeza por la orilla del gran cubo de basura, se certifica que nadie esté allí, buscándolos. Natalia mira las pocas estrellas que se ven en un cielo negro, nebuloso, contaminado de tanta luz que hay en la ciudad.

- Me gustaría vivir en el campo, en el campo se pueden ver todas las estrellas. – Dice Natalia.
- A pesar de que son sólo tres estrellas, mi constelación favorita es el cinturón de Orión, y esa se puede ver desde cualquier ciudad. – Dice David.- No me gustaría vivir en el campo, Natty.
- Lo sé. A mí tampoco me gustaría, con solo pensar que voy a oír grillos o sapos o cualquier bicho raro apenas anochezca me quiero enloquecer… Debby, en la ciudad deberíamos ver las estrellas. – dice Natalia.
- ¿Qué te puedo decir, Natty? Ojalá en la ciudad pasaran muchas cosas.

***

Pero ese día no tenía ganas de hablar nada. Por eso no le dije que la quería. Que ella es mi hija adorada, la única; no me importa su hermano para nada, es un malogrado desde que nació. No le dije que cualquier cosa que se interponga entre ella y yo, puro amor de madre, no puede ser, no puede existir, no puede crecer, tiene que ser exterminado desde su raíz. Para una persona como yo es tan difícil demostrar sus sentimientos. Me dicen la Tullida, un sobre nombre cierto y bien puesto, pero injusto. Estar condenada a un bastón, te lo digo: es una cosa que tú que tienes las piernas buenas no te lo imaginas. La rabia que he acumulado todos estos años sobre pasa cualquier cosa.

- No maten a Natalia, pero si lo hacen… bueno, lo tendré qué sobrellevar.- digo golpeando con mi bastón a un inútil de estos que tengo por hombre de confianza. Mis hombres de confianza son un asco, apenas estoy aprendiendo sobre ello, sobre elegir quién te puede seguir.

****

- Debby… ¿Alguna vez vamos a tener nuestras propias acciones y no haremos más parte de una historia mal escrita?... A veces siento que nuestras vidas son como las imagina alguien que se niega a seguir una rutina aburrida como: levantarse, bañarse, comer, ir a trabajar en algo en lo que se siente cansado, llegar reventado a la casa, ver televisión, quizás masturbarse, dormirse y de vuelta a lo mismo: levantarse, bañarse... ¿por qué toda nuestra vida, Debby, ha sido un drama?- dice Natalia.
- Natty, te puede sonar raro, pero de alguna manera creo que somos privilegiados, nadie más que nosotros puede contar que nos persiguieron, que nos dispararon y…- dice David.
- ¿Y qué escapamos?
- Sí, y que escapamos.
- ¿Si crees que vamos a escapar?
- Sí.
- Cuéntame cómo vamos a escapar.
- Ok. Explota una bomba en el primer piso. Empieza a caer el hospital, piso por piso, y nosotros dos salimos expedidos, volando por los aires, hasta caer en el carro. Yo caigo en la capota, me fracturo un brazo para compensar tu brazo fracturado, el Karma hay que compartirlo. Y tú caes directamente en el asiento del copiloto, das tres toques en el capo del carro y me abres la puerta para que maneje. Y escapamos.
- Suena poco creíble. Y no es tu culpa que me haya fracturado un brazo, así que el karma aquí no es compartido.
- Si tú sufres, yo sufro.
- Algo poco creíble. Tengo un mejor escape.
- Dímelo.
- Desconectamos a un moribundo, le robamos la camilla, nos montamos en ella, cogemos impulso y nos lanzamos de la terraza hasta la calle.
- Buen escape, ¿Pero de dónde nos conseguimos a un moribundo?
- Bueno, entonces nos vamos rodando en el bote de basura.
- ¿Se mete Natty en el bote mientras Debby lo rueda, luego Debby se monta haciendo equilibrio, y volamos?
- No, nos tiramos de la terraza y nuestros amigos, allá abajo, nos ponen un gran trapo para que rebotemos.

sábado, 11 de julio de 2009

Una crisis de confianza

*

Lo único que recuerda Natalia de su niñez son dos adultos discutiendo y abofeteándose el uno al otro; uno alto, corpulento, canoso, hombre, y el otro bajito, gordo, pelo teñido de rubio, apoyado en un bastón, mujer. Los recuerdos más recurrentes de Natalia son el de cuando el adulto apoyado en el bastón le cortó una oreja con un abre cartas al adulto corpulento, y, cuando el adulto corpulento sucumbió de un edificio cayendo veinte pisos abajo. Con el segundo recuerdo toda la atención recaería sobre Natalia, y su vida pasaría de “la chica que nadie determina” a la de “la chica que es culpable de todo y hay que encerrarla, apartarla, ubicarla en cuarentena como si tuviera la lepra”.

Natalia oye una voz, una voz que se le hace familiar, a lo largo de su vida no ha oído muchas voces que se le hagan familiares, se pasaba aislada horas y horas mirando por la ventana de su habitación cárcel, se pasaba horas y horas odiando al adulto del bastón, o mejor dicho como a ella le gusta decirle: la Tullida. Ahora sabe que la voz es de David, o como ella le dice: Debby.

Natalia mira fijamente a David que está parado frente a ella en esas escaleras del hospital.

- ¿Me dijiste algo?- pregunta Natalia.
- Creo que perdimos a los hombres de la Tullida.- dice David.
- Que bien, no quiero correr más.- dice Natalia.
- Natty,… perdóname por mentirte con lo del revólver de mentiras, si fuera de verdad ya hubiéramos escapado, si no hacía que me vieras como el chico al cual hay que temerle, quizás nunca te hubieras ido conmigo, perdóname por meterte en esto. – Dice David.
- No te tengo qué perdonar nada, Debby… Deberían dejar fumar en sitios públicos, en sitios como este. Me comen los nervios. – dice Natalia.
- Fuma, nadie te lo impide, después de todo estamos huyendo, podemos romper todas las reglas.- dice David.

Natalia asiente, David le da un cigarrillo y se lo enciende. Natalia da una profunda bocanada.

- Un día te despiertas y descubres que tu vida siempre gira en torno a borrachera en la noche y resaca al otro día, alcanzas a sentirte mal, te da remordimiento, sientes culpa, pero por otro lado ¿sentirte mal por qué?, ¿remordimiento de qué?, ¿culpa de qué, acaso has matado a alguien, o le has robado a alguien o..?. – Dice David.
- Prácticamente si le has robado a alguien, a la Tullida.- Dice Natalia.
- No le robé nada a la tullida, ella no es tu dueña. – dice David.
- Y además la plata que tenemos en el maletín es de ella. – dice Natalia.
- No le robamos, es un préstamo… pero déjame terminar la idea, mis disculpas: Te levantas de la cama, caminas hasta el baño, bebes agua del grifo, te das un baño, tarareas Five Years de David Bowie, te vistes, miras cuanta plata tienes en tu billetera y vas y te compras una botella de ron y un paquete de cigarrillos, hay que celebrar que te puedes dar esos lujos.
- Pero te das cuenta que nadie está al lado tuyo para que la celebración sea LA CELEBRACIÓN ¿esa es la idea?
- Sí, ahí entras tu, quiero que siempre celebres conmigo.
- Perdóname si en este momento no tengo ánimos para celebrar una mierda, quiero dejar de sentir dolor por este puto brazo fracturado, quiero que la Tullida no nos esté persiguiendo.

Natalia mira hacia el piso, hace una mueca de dolor, después de unos segundos mira a David.

- Debby,… gracias por entrar en mi vida. - Dice Natalia sonriendo.

**

¿En qué momento te empezaste a enamorar de ella? ¿Cuando te dijo eso de “Tengo visiones de noche, una de las visiones eres tú, eres el elegido”?

sábado, 4 de julio de 2009

¡Esa chica es un don de Dios!

*

La Tullida y sus cinco hombres acuerpados, altos, con traje negro y armados con sendas pistolas 9 mm niqueladas irrumpen en la sala de urgencias.

- ¡De aquí no se mueve ni el putas o sino balín es lo que lleva! – dice uno de los hombres de la Tullida.
- ¿Qué es esa expresión, “balín es lo que lleva”?, dejé claro que no podían decir nada de eso.- dice la Tullida.
- Perdón.- dice el hombre de la Tullida.
- No demuestren que vienen de un barrio bajo, por Dios.- dice la Tullida.

**

- ¿Por dónde fue qué nos dijeron que era la otra salida, Debby? – Le pregunta Natalia a David mientras caminan con mucha prisa por uno de los pasillos del hospital, dejando atrás la sala de urgencias.

Por el apuro de escapar, el brazo fracturado de Natalia no fue enyesado, sino puesto en un cabestrillo de vendas y un dulce abrigo que por alguna razón el doctor que la atendió tenía en un bolsillo de su pantalón. Natalia recuerda, fugazmente, el haberse extrañado cuando el doctor sacó ese dulce abrigo: “¿quién demonios anda con un dulce abrigos en el pantalón?”.

- Supuestamente es después de este pasillo, Natty.- Le dice David a Natalia, se lo dice por no preocuparla, David no tiene la menor idea de hacia dónde se dirigen; cuando el doctor le dio la explicación de la ruta de salida alterna, en lo único que pensaba David era en salir vivos de aquella sala de urgencias, y que no fueran a descubrir que en realidad tiene un revólver de mentiras.

Se oyen dos disparos y luego un golpe seco contra el piso.

Natalia y David se tiran al piso, luego se ponen en cuclillas e inútilmente se cubren con las manos. Miran el cuerpo sin vida de una enfermera que por allí pasaba, la pobre recibió por error los dos disparos que iban dirigidos hacia ellos.

- Mierda Debby ¿qué vamos a hacer? – dice Natalia.
- Mierda, no lo sé ¿de dónde nos dispararon? – dice David.
- Corramos Debby.

David asiente, se incorporan y empiezan a correr, otros dos disparos pasan zumbándoles las orejas.

- ¡Pero qué idiota eres! ¡Tiene más puntería mi tía Gertrudis que es ciega y sufre de artritis en los dedos! - grita la Tullida desde alguna parte del pasillo.

Natalia y David llegan hasta unas escaleras, agitados las empiezan a subir.

- Debby, tengo mucho miedo. – dice Natalia.
- Yo también tengo mucho miedo… recordé cómo y cuándo te vi por primera vez, cómo te conocí, Natty... fue en una sala de urgencias, yo acompañaba a mi mamá, mi papá casi la mata ese día.- dice David.
- Debby, no es momento para eso.
- Lo sé.