Al final de todo, ella entornó los ojos, pero me ofreció un cigarrillo.
Ignacio Wild
4. LEJOS DE LA CHICA
09/19/2004 –15:00 h. Nunca odie tanto algo en mi vida como esa mancha de color marrón que llevo viendo cinco días en el techo. Cada día cambia de forma, un día es un país, otro día es Winnie the Pooh, otro día es un vietnamita en un inodoro, otro día es mi padre convaleciente en una cama, otro...; Quisiera no verla, pero, aunque intento, no puedo darme vuelta en la cama. Alguna vez, en una tercera cerveza, le dije a Dana: “Odio salir a caminar, odio a los chicos de mí edad que me odian, odio a las chicas de mi edad que también me odian, odio los días festivos, odio la gente que dice que odia todo, pero, lo que más odio en la vida, es quedarme despierto en la cama después de las cinco de la mañana. ¡Además, te confieso, odio esta ciudad en lo más profundo de mi ser! Buenos Aires huele a caca de perro”.
Ella en eso me dio la razón, pero yo proseguí: ”Vivo aquí desde los diez años, cuando mi padre –colombiano y alcohólico-, en medio de uno de sus delirios, quiso venir a buscar a mi madre a la Argentina. Naturalmente nunca la encontró, mi madre no era argentina, sino paraguaya. Nunca la conocí, excepto por fotos. Aparte de su acento, las paraguayas me gustan. Una vez tuve una relación tortuosa con una de ellas. Cuando caí en la cuenta que llevaba el mismo camino de mi padre me dejé crecer el bigote y entonces la chica paraguaya se hizo lesbiana; creo que creyó que me quería parecer a Freddy Mercury y quiso seguirme, ella quería ser Madonna. Mi padre murió años después de instalarse aquí en la Argentina -murió de una cirrosis crónica por combinar whisky con vino- y tuve acceso a su plata ahorrada. Actualmente no hago nada, salvo escribir biografías mías y arrojarlas por debajo de las puertas”. Naturalmente, y como ya me tenia acostumbrado, Dana no entendió un rosco.
09/20/2004 –10:20 h. Es un hospital lúgubre. La habitación es pequeña, sus paredes son grises y una raya verdusca la atraviesa casi toda. Pienso que eso es la vida, una raya verdusca que atraviesa casi toda una pared. Hace mucho calor y hace cinco días exactos que no suena el teléfono. Al parecer me muevo en un código secreto de cinco días.
14:33 h. Tras de muchas conclusiones tengo la teoría de que si adelgazo tal vez me crezca el pene. No me han dado de comer en seis días y, con esto, rompí por fin el archicódigo secreto de los cinco días.
Una enfermera entra en la habitación con una bandeja que lleva pollo al horno, calabaza, una sopa rara, flan, galletas de agua y un vaso con agua. Al parecer voy a comer.
09/21/2004 –12:15 h. Con los brazos agujereados como queso salgo del hospital después de siete días.
17:14 h. Salvo por una nota que encuentro en la nevera, no tengo la menor idea de donde se encuentra Dana. La nota dice: “James, quiero que te mejores. Quizás nos vemos pronto. Dana”.
Ahora caigo en cuenta que ella nunca me dijo Tomás, que siempre me llamó James.
20:25 h. A pesar de que el doctor me prohibió fumar nunca más, enciendo un cigarrillo. Recuerdo que una vez dijo mi padre: “En la guerra y en el amor siempre se debe tener un cigarrillo encendido en los labios”. Quizás él vivía en guerra y siempre estuvo enamorado porque el final de su vida se debió en parte al cigarrillo. De sus frases celebres esa es la que más me gusta.