martes, 30 de junio de 2009

No había forma de solucionarlo: 1986

*

Ignacio se siente perdido, y aunque ya se lo esperaba, nunca pensó que llegaría el momento; al menos no qué llegaría mientras aún estaba vivo. Siempre se imaginó morir en los brazos de Camila pidiendo un último cigarrillo mientras en la radio suena Wagner a toda castaña – que se note que es un instante dramático-. Pero ahora las cosas son distintas, todo su mundo se vino al garete, se fue por la alcantarilla, se mezcló con las inmundicias de otros, se llenó de lo peor: humanidad.

El cigarrillo está en su estado terminal. El cenicero está lleno de colillas apagadas a la mitad. El humo hace que ardan los ojos. La discusión entre Ignacio y Camila sube cada vez más de tono, las palabras hieren como puñaladas que le dan un marrano decembrino. Un vaso de cristal se estrella contra la pared. Las lágrimas saltan de los ojos.

-No me digas que sí porque no te lo creo.- dice Camila mientras intenta salir de la habitación esquivando a Ignacio que está clavado en la puerta como una estatua.
- Es verdad, créeme, te lo ruego, por favor.- dice Ignacio.
- Lees porque tu vida es miserable y no encuentras nada que hacer con tu tiempo libre – dice Camila.
- No me ofendas.- dice Ignacio.
- Crees que si tu cerebro sabe algo de más eres una persona diferente, especial. Te digo: no es así, leer es para perdedores, los ganadores tienen metida su cabeza en otros asuntos, ¿nunca te has preguntado por qué esos personajes que no saben más de la vida que amarrarse los zapatos consiguen cosas mejores que tú?

Ignacio enciende otro cigarrillo. Se le ocurre que sí ha conseguido cosas mejores que otras personas, que una de esas cosas es Camila y su pequeño hijo, David. Pero que no abre la boca, se limita a apaciguar su ira mirando hacia el piso, temblando, mordiendo su labio inferior. Él sabe que Camila siempre fue hiriente en sus comentarios, pero siempre eran eso: comentarios sueltos, dichos al unísono. Ahora todo va unido a todo, nada está suelto al azar, cada herida es justa, nunca nadie mereció ser acuchillado como lo es él en éste momento.

- ¡Si me dejaras quererte a mi manera, todo sería más fácil! - dice Ignacio en un mal contraataque. - ¿Qué te hice para merecer esto? ¡Sabes que soy alguien muy sensible!
- Tan sensible que pareces una nena. Una nenita que necesita de su mamá.- dice Camila.
- No sé en qué momento las cosas cambiaron tan drásticamente.
- Todo cambió hace muchísimo tiempo, ni te diste cuenta, ¿el por qué? es algo importante para que te preguntes. Considéralo y vete a masturbarte, aprende sobre esos nuevos teléfonos celulares, o simplemente haz de tu vida algo útil, conviértete en lechero. Un lechero es algo útil. La gente necesita leche en su sangre- Camila dice todo esto apartando a Ignacio de la puerta y saliendo de la habitación. - Aunque pensándolo bien, no creo que llegues a tanto. No creo que una persona como vos llegue a los segundos actos.

Ignacio cierra la puerta en la cara de Camila. Camina hacia el centro de la habitación y suspira. Coloca sus manos sobre su rostro cómo si con ese mero gesto la vida regresara a su curso normal, le da una calada al cigarrillo.

Camila, parada en medio de la sala, con lágrimas en los ojos, mira atentamente a su hijo de diez años, David, que duerme plácidamente en uno de los muebles. Susurra: “Nunca seas cómo tu papá.”

**

David, sentado en las sillas de la sala de urgencias, se despierta de golpe. Mira a ambos lados y no ve a Natalia. Intranquilo se para de la silla y camina hacia una enfermera.

- Perdón, ¿de casualidad no vio qué se hizo la muchacha que estaba conmigo en aquellas sillas?- pregunta David señalando las sillas.
- Sí, ya la estamos atendiendo, está con el doctor.- dice la enfermera.
- Bien.- dice David recuperando la calma.

sábado, 27 de junio de 2009

Un punto de luz a lo lejos

*

Natalia, al lado derecho, está sentada junto a David, le toma la mano derecha, se sorbe su nariz en el hombro derecho de él y cierra los ojos.

David, impaciente, no para de mirar su reloj de pulso que tiene en el brazo izquierdo; el reloj de oro que heredó de su papá y que a su vez su papá heredó de su abuelo y que a su vez su abuelo heredó de su bisabuelo y que a su vez su bisabuelo heredó de alguien que el mismo asesinó con una pala, golpeándolo múltiples veces en la cabeza cuando ese alguien lo intentó chantajear amenazándolo con qué lo iba a denunciar ante la policía si no le pagaba lo que él le había prometido por desvirgar a su hija de 12 años; la hija que en ese entonces no sabía que iba a ser madre de 6 hijas y 5 hijos. Son las 2:00 am, David se lo hace saber a Natalia. Ella asiente presionando su cabeza contra el brazo de él.

- ¿Todos los suicidas dejan notas de suicida? – pregunta Natalia.
- No todos, pero sí la gran mayoría, yo diría el 99 %. Si no dejan la nota, o tienen un diario escrito en algún lado, o le comentaron algo a un amigo. – Dice David.
- ¿Pero y sí igual no tienen nada de eso y no dejaron la nota? – pregunta Natalia.
- Entonces, en un principio, se puede presumir un homicidio. A veces dejan una nota que hay que descifrar. – dice David.
- ¿Cómo los acertijos que siempre anda resolviendo Indiana Jones? – pregunta Natalia.
- Algo parecido, solo que no te vas a encontrar con una ciudad mitológica perdida, solo te vas a encontrar con miseria humana. La notas casi siempre son culpando a alguien. Alguien siempre tiene que ser el culpable. – Dice David.
- ¿Como en esa película los sospechosos de siempre?
- Me encanta eso de que siempre andes relacionando todo con películas, demuestra lo ligera que puedes llegar a ser.
- Tú siempre me has visto como una cabeza hueca.
- Nadie está libre de culpa.
- Claro, para qué está Dios si no.
- A Dios no lo metas en esto.

Natalia suspira. David resopla. Ella apoya su cabeza en las piernas de él. Él, sin más remedio después de dudarlo mucho, le acaricia el pelo. Ella cierra los ojos. Él de nuevo mira su reloj. Son las 2:30 am.

- Llevamos mucho tiempo aquí sentados. – dice David.
- Lo sé.- dice Natalia.-… No hay ningún santo que haya muerto ahorcado y haya sido beatificado.
- ¿Por qué dices eso? – pregunta David.
- Porque los ahorcados siempre mueren con una erección y siempre eyaculan. Eso a la iglesia no le conviene. – dice Natalia.
- No sigas mencionando a la iglesia, ni a Dios.- dice David un tanto ofuscado.
-La gran mayoría de homicidios entre homosexuales es por estrangulación, y no son homicidios culposos. Mientras uno de los dos está penetrando al otro por el trasero, le aprieta muy fuerte el cuello con las dos manos hasta que el que está siendo penetrado eyacule, pero a veces se les va la mano. El que queda vivo casi siempre queda de manicomio. ¿Cuántos curas habrán muerto así? ¿A cuántos monaguillos no habrán matado así los curas?

David le deja de acariciar el pelo a Natalia y bruscamente hace que ella se levante de sus piernas. Natalia se queda mirándolo fijamente.

- Mierda Natty, ¿por qué me tratas así? Sabes muy bien que casi toda mi familia es devota de la iglesia... y yo también.- dice David, su voz suena ahogada.
- Mierda Debby, ¿y tú por qué me tratas así? Me dijiste que eras un chico rudo y resulta que andabas con un puto revólver de mentiras.- dice Natalia con algo de sorna.
- ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda! Me voy de aquí.- grita David mientras se para abruptamente de la silla y sale de sala de urrgencias. Natalia lo ve irse.

**

David entra en el carro, cierra la puerta, introduce la llave, coloca el cambio en primera, aprieta el embrague con su pie izquierdo, aprieta el acelerador con su pie derecho, le da encendido al carro y arranca. Casi chocando contra otros carros, enciende la radio, lo que se escucha en el momento: Thunder road de Bruce Springsteen.

- ¡Mierda! - dice David golpeando el manubrio del carro.

***

Natalia está sentada en la silla, mira hacia el piso.

- “ The screen door slams Mary's dress waves, Like a vision she dances across the porch, As the radio plays, Roy Orbison singing for the lonely, Hey that's me and I want you only, Don't turn me home again I just can't face myself alone again…"- Natalia canta casi murmurando.

David entra de nuevo en la sala de emergencia y se para delante de ella. Natalia lo mira.

- ¿Te acuerdas cuando nos conocimos?- pregunta David.
- Puede ser.- dice Natalia.
- Desde ese día supe que eras mas lista que yo.

Natalia lo mira fijamente, sin expresión alguna.

lunes, 15 de junio de 2009

Motel 2 estrellas

*

David y Natalia, con precaución, mirando de lado a lado y agarrados de la mano, salen de la habitación número 505. David lleva un maletín azul colgado al hombro y Natalia lleva un maletín naranja en la mano. Convencidos de que no hay nadie corren por el pasillo hasta llegar a un ascensor. David hunde el botón para llamar el ascensor, abraza a Natalia y, ambos, con los ojos puestos de lado a lado del pasillo, esperan.

**

- Fuck Debby, tengo un miedo- Le digo a Debby con voz suave, disimulando que de verdad me estoy muriendo de literal pánico. La tullida no se anda con bobadas, cuando algo se le mete a la head nadie se lo saca.
- De ésta salimos nena, no te preocupes.- Me dice Debby por consolarme, sabiendo que metí las patas hasta el fondo. Él es un amor.

El ascensor sigue sin llegar, me estoy desesperando más y Debby también. Debby me aparta de su lado de manera brusca.

- Nena, bajemos por las escaleras.- Me dice mientras corre por el pasillo.

***

David y Natalia bajan por las escaleras cuidadosamente, miran hacia arriba, miran hacia abajo. De un momento a otro, Natalia se resbala y cae de cabezas dos pisos abajo, tiene el brazo derecho fracturado.

- Mierda Debby, creo que me quebré un brazo.
- Mierda Naty, no lo creas, te lo quebraste. Se te ve el hueso.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- Llevarte a un hospital.
- ¿Y qué hacemos con la tullida?
- Ya veremos.

****

Debby me lleva cargada en su hombro. Una vez cuando era niña me quebré el brazo izquierdo y el dolor no llegó de inmediato, llegó una hora después. Como se nota que ya no soy una niña, me duele mucho el brazo.

Terminamos de bajar los cinco pisos, o mejor dicho Debby termina de bajar los cinco pisos. Damos una mirada rápida por la recepción y, aliviados de no ver a nadie, Debby se dirige a la salida.

- ¡Hey!- grita una voz que proviene desde algún sitio de la recepción.- Se pasaron de las diez. Deben el día de hoy.

Debby se da vuelta, hace un gesto que denota angustia, o eso es lo que yo creo, no le veo la cara.

- Sí, ¿Cuánto es? ¿Cuarenta mil?- dice Debby.
- Sí.- contesta la voz.

Debby me descarga en el piso y camina hasta la barra de la recepción. Apoya el maletín azul encima y lo abre. Saca setenta mil pesos y los deja al lado de la campanita por la que uno llama al que atiende.

- Los treinta de más son para que no diga que nos vio salir.- Dice Debby.
- Mi silencio vale cincuenta mil.- dice la voz.

Debby sin dudarlo saca el monto faltante.

- Listo, pago, pero si me entero que abriste la boca, cabrón, vengo a por ti y toda tu familia.- dice Debby.
- No tengo familia.- dice la voz.
- Entonces vengo a por los gatos, los perros, las materas, lo que sea.

*****

David, con Natalia cargada al hombro, camina por la acera.

- ¿Viste como te miro el muy hijo de puta? Deberíamos pegarle un puto tiro en esa puta cara. Merece que le volemos los putos sesos. ¡Gran hijo de puta! – dice Natalia. - Debby, deberíamos ahora mismo devolvernos y volarle la puta cara. Sí, un puto tiro entre ceja y ceja no le vendría mal al grandísimo hijo de puta. Tenemos que hacernos respetar Debby. Que los muy hijo de puta como esos no se salgan con la suya.

David, con un gesto de cabeza, señala un automóvil que recién se está parqueando a un lado de la acera.

- Natty, necesitamos un carro.
- Sí Debby, necesitamos un carro.

Un hombre calvo, gordo y pequeño se baja del automóvil. David deja a Natalia en la acera y, sacando el revólver calibre 38 del cinto, corre hasta el hombre.

- ¡Esto es un asalto!- grita David.
- ¡Debby, que expresión tan ridícula! – Grita Natalia.- “¡Esto es un asalto!” qué crees, ¿qué estamos en una puta telenovela?
- Natty, cállate, nunca había hecho esto en mi vida, y la verdad es que siempre quise decir eso.- dice David.

viernes, 12 de junio de 2009

Una bomba entre nosotros

*

Es una habitación mugrienta, que huele a moho. Repica el teléfono que está ubicado en una mesa de noche cerca de donde estoy yo. Estoy desnudo, dormido y acostado en una cama; si es que se le puede llamar cama. Tengo una erección, sueño con recuerdos del día anterior: una escena de sexo puro al aire libre; se la soñarían en una película pornográfica. Y cómo sé que sueño, tengo ganas de masturbarme. Pero me despierto de golpe al escuchar el teléfono. Como por inercia estiro el brazo derecho hacia la mesa de noche y agarro la bocina.

- ¿Aló?- pregunto.
- Hola. ¿Me recuerdas? – dice una mujer al otro lado de la línea.

**

Tengo un revólver calibre 38 en la mano, le estoy apuntando a la cabeza de un hombre que está arrodillado en el pavimento a pocos metros de mí. Natty, de 22 años, rubia, delgada y hermosa, está abrazada a mí espalda, me susurra algo que no alcanzo a entender, pero que igual no me importa, lo más seguro es que es asunto de mujeres; asuntos que no me interesan.

Estamos parados en mitad de la calle. Por lo que sé, la calle está sola, ni un alma asomada a una ventana, ni un alma que pueda llamar a la policía.

El hombre, temblando, saca unas llaves de automóvil de uno de los bolsillos de su chaqueta. Natty camina hacia él y recibe las llaves con una sonrisa. Esa es mi nena.

***

Sigo sentado en esa habitación horrible, sostengo el teléfono entre mi oreja derecha y mi hombro, me estoy encendiendo un cigarrillo. Todavía tengo la erección, sé que tengo que terminar con ella, eso es seguro.

- Claro nena, ¿Cómo olvidarte? – digo.
- Eso me alegra. Me hace sentir un poco única ¿Si sabes a lo que me refiero, no?- dice ella.

Miro mi erección, está a punto de estallar por sí sola.

En la radio suena Rock and Roll All Nite de Kiss. Estoy al volante del automóvil que minutos antes le robamos a ese hombre todo desagradable, calvo, gordo, bajito, muy bajito. Voy conduciendo a toda castaña; a unos 200 klm por hora, es todo lo que da este tiesto. Naty está sentada en la silla del copiloto, canta la canción de Kiss a todo pulmón.

De un momento a otro Natty me besa en la boca, empieza a lamerme el cuello y luego el pecho, no se molesta en al menos quitarme la camisa, luego va bajando hasta mi entre pierna. Oh, oh, Blow job.

*****

Tengo una mano en mi entrepierna. Sigo con el teléfono en mi oreja, tengo el cigarrillo encendido en la otra mano.

- Aja, sé a lo que te refieres. Eres algo especial, nena. ¿Lo sabías?- digo.
- Aja, lo sé.- dice.
- Y muy bien que lo sepas, eso te hace más interesante.
- Gracias, eres todo un caballero.
- No, gracias a ti por ser toda una hermosa dama.
- Mmm, ya te extraño.
- Yo lo mismo, y Carlitos lo mismo, ¿Sí sabes a lo que me refiero, no?
- Claro, Carlitos debe sentirse muy solito, necesita algo de calorcito.
- Aja, mi mano no es lo suficiente calurosa, necesito un sol, pero… se supone que estarías aquí.

Primero miro la cama y luego el resto de la habitación. No veo a nadie.

- ¿Dónde estás? ¿De dónde me estás llamando? ¿Natty?

En ese momento oigo que abren la puerta. Miro hacia la puerta y veo que Natty, con un maletín color naranja en sus manos, está entrando en la habitación.

- ¿Me hablas?- me pregunta Natty.
- Perdón ¿con quién estoy hablando?- le pregunto a la del teléfono.
- ¡Ja ja ja! Adivinad pedazo de cabrón.¡SOY LA PUTA VIEJA TULLIDA, COMO EN OCASIONES EH OIDO QUE ME LLAMAS, Y QUE, JUNTO A SUS DOCE NEGROS GUARDESPALDAS, QUIERE METERTE UN PALO BIEN GRUESO POR DENTRO DEL CULO PARA QUE ASÍ DEJES DE ANDAR CON...!

Miro a Natty que en el momento tiene cara de interrogación.

- ¡Mierda Naty, era la tullida!
- Pero ¿cómo putas supo dónde…- Naty interrumpe la frase, parece que está cayendo en cuenta de algo, algo que se le olvidó. De repente suelta el maletín y, angustiada, se sienta en el borde de la cama. Saca un paquete de cigarrillos de su chaqueta, saca un cigarrillo del paquete y lo enciende con una zippo plateada que también saca de su chaqueta.

- Fuck! Debby, sorry, sorry.- Dice.- Debió seguirme cuando fui a mi puta casa.

De un tirón me levanto de la cama. Empiezo a buscar mi ropa. Me empiezo a vestir.

- ¿Fuiste a tu casa? ¡Mierda, sabias lo peligroso que era ir por esos lados! Y ¿Se puede saber para qué fuiste?
- Por malparida ropa, por puto maquillaje... sorry Debby, sorry.
- ¿Para qué necesitabas toda esa mierda? ¡La hubieras podido comprar maldita sea!, ahora tenemos plata, ¡mucha plata!

Camino hasta el armario y de este y saco un maletín color azul.

- ¡Mierda Natty, la vida no es sólo andar por ahí con una cara bonita!

Abro el bolso, el fajo de billetes que hay dentro sigue intacto; Natty no lo tocó, Natty es leal, solo que es un poco tonta. Al lado del fajo está el revólver calibre 38. Saco el revólver y me lo coloco en el cinto, justo atrás de la cadera. Cierro el bolso, me lo trepo al hombro y camino hacia Natty, la agarro de un brazo y la arrastro conmigo. Natty alcanza a coger su maletín naranja antes de que salgamos de la habitación. Mira mi entre pierna.

- Debby, tienes una erección.

Resucita

De nuevo este blog se activa, ya serán pocos los video de YouTube. Y bueno, nada, que les crezca.