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David y Natalia, con precaución, mirando de lado a lado y agarrados de la mano, salen de la habitación número 505. David lleva un maletín azul colgado al hombro y Natalia lleva un maletín naranja en la mano. Convencidos de que no hay nadie corren por el pasillo hasta llegar a un ascensor. David hunde el botón para llamar el ascensor, abraza a Natalia y, ambos, con los ojos puestos de lado a lado del pasillo, esperan.
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- Fuck Debby, tengo un miedo- Le digo a Debby con voz suave, disimulando que de verdad me estoy muriendo de literal pánico. La tullida no se anda con bobadas, cuando algo se le mete a la head nadie se lo saca.
- De ésta salimos nena, no te preocupes.- Me dice Debby por consolarme, sabiendo que metí las patas hasta el fondo. Él es un amor.
El ascensor sigue sin llegar, me estoy desesperando más y Debby también. Debby me aparta de su lado de manera brusca.
- Nena, bajemos por las escaleras.- Me dice mientras corre por el pasillo.
***
David y Natalia bajan por las escaleras cuidadosamente, miran hacia arriba, miran hacia abajo. De un momento a otro, Natalia se resbala y cae de cabezas dos pisos abajo, tiene el brazo derecho fracturado.
- Mierda Debby, creo que me quebré un brazo.
- Mierda Naty, no lo creas, te lo quebraste. Se te ve el hueso.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- Llevarte a un hospital.
- ¿Y qué hacemos con la tullida?
- Ya veremos.
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Debby me lleva cargada en su hombro. Una vez cuando era niña me quebré el brazo izquierdo y el dolor no llegó de inmediato, llegó una hora después. Como se nota que ya no soy una niña, me duele mucho el brazo.
Terminamos de bajar los cinco pisos, o mejor dicho Debby termina de bajar los cinco pisos. Damos una mirada rápida por la recepción y, aliviados de no ver a nadie, Debby se dirige a la salida.
- ¡Hey!- grita una voz que proviene desde algún sitio de la recepción.- Se pasaron de las diez. Deben el día de hoy.
Debby se da vuelta, hace un gesto que denota angustia, o eso es lo que yo creo, no le veo la cara.
- Sí, ¿Cuánto es? ¿Cuarenta mil?- dice Debby.
- Sí.- contesta la voz.
Debby me descarga en el piso y camina hasta la barra de la recepción. Apoya el maletín azul encima y lo abre. Saca setenta mil pesos y los deja al lado de la campanita por la que uno llama al que atiende.
- Los treinta de más son para que no diga que nos vio salir.- Dice Debby.
- Mi silencio vale cincuenta mil.- dice la voz.
Debby sin dudarlo saca el monto faltante.
- Listo, pago, pero si me entero que abriste la boca, cabrón, vengo a por ti y toda tu familia.- dice Debby.
- No tengo familia.- dice la voz.
- Entonces vengo a por los gatos, los perros, las materas, lo que sea.
*****
David, con Natalia cargada al hombro, camina por la acera.
- ¿Viste como te miro el muy hijo de puta? Deberíamos pegarle un puto tiro en esa puta cara. Merece que le volemos los putos sesos. ¡Gran hijo de puta! – dice Natalia. - Debby, deberíamos ahora mismo devolvernos y volarle la puta cara. Sí, un puto tiro entre ceja y ceja no le vendría mal al grandísimo hijo de puta. Tenemos que hacernos respetar Debby. Que los muy hijo de puta como esos no se salgan con la suya.
David, con un gesto de cabeza, señala un automóvil que recién se está parqueando a un lado de la acera.
- Natty, necesitamos un carro.
- Sí Debby, necesitamos un carro.
Un hombre calvo, gordo y pequeño se baja del automóvil. David deja a Natalia en la acera y, sacando el revólver calibre 38 del cinto, corre hasta el hombre.
- ¡Esto es un asalto!- grita David.
- ¡Debby, que expresión tan ridícula! – Grita Natalia.- “¡Esto es un asalto!” qué crees, ¿qué estamos en una puta telenovela?
- Natty, cállate, nunca había hecho esto en mi vida, y la verdad es que siempre quise decir eso.- dice David.
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