martes, 5 de diciembre de 2006

JAIRO, EN LA FIESTA.

¿Por qué me enamoro de cada mujer que veo? Y ¿Por qué estas mujeres no están a mi alcance y me destrozan el corazón sin hacer el mínimo esfuerzo?

Pues porque soy un ser insignificante, medio enano, con grandes entradas en la cabeza que delatan una próxima calvicie que, desesperadamente y sin éxito, el pelo largo trata de cubrir, y que, además de muchos otros defectos que no vienen a colación, también escribe chistes tontos para una pagina en Internet llamada ASCO que, sencillamente, ES UN ASCO.

Pero y ¿La segunda pregunta?

La respuesta es sencilla:

¡Estoy desesperado!

¡Llevo años sin tener un polvo y sencillamente me niego a pagar una prostituta!

A todas las veo hermosas, incluso a la gorda aquella que está en el pogo derribando a sus análogos punkys como un puñado de bolos: Su cresta roja en la cabeza me enloquece y estoy seguro que con esos piercing en sus labios, nariz, orejas, ojos y ombligo fusiforme podría inventarme algún jueguito interesante y hasta podría entretenerme un rato jugando al fútbol con sus grandes glándulas mamarias. Pero, aunque quizás más tarde lo intente con ella cuando esté más drogada y simplemente su voluntad se vaya al carajo, prefiero más a la chica de pelo negro brillante, con ojos ¿negros? – es difícil distinguir los colores con estás luces neón-, pecas en los hombros, tetas grandes y hermosa que está en apoyada en la pared del fondo devorando su cigarrillo con la furia de una gata en celo cuidando de su camada; Tal vez devore otras cosas, tiene cara de que sí.

Y sí ¿Por qué no intentarlo con ella? Está sola. Además intentarlo con una chica así de hermosa y con cara de que todo le importa una mierda es menos vergonzoso si uno fracasa, una chica así no recuerda nunca a los que están por debajo, una chica así sólo recuerda a sus equivalentes, una chica así, obvio, simplemente nada le importa. Ni una polla desconocida dentro de su húmedo coñito.


Si fracaso, en fin, coño es coño. A por la gorda.

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