lunes, 4 de diciembre de 2006

LORENA

Oigo campanas en lo que sería una nada oscura. Yo, una nada en un mundo que es nada y que para nadie significa nada. La nada es donde no hay horizontes y yo vuelo despacio buscando los rastros rojos que perdí en mis días y que dejé en las sombras por la tarde. En esa nada vuelo descalza y llego corriendo a donde hay una luz de neón que me indica que por fin al otro lado de la colina debo alzar la mano para ser feliz y dejar la suerte para los despiadados. El problema es que es nada y es un sueño. Soy feliz en esos sueños aunque sean una falacia porque al fin y al cabo son sueños. Sueños con olas de dolor que nunca fueron pasión de verdad y que nunca me enseñaron a evitar lo demás donde fui y nunca quise ser porque nunca lo fui. Tal vez seré otra cosa, pero no. La idea de esos sueños no es esa. Aunque me demuestren que pueda haber felicidad en alguna parte del mundo me niego a creer que sí.

En fin, es un sueño y oigo campanas. Campanas que tintinean, campanas que sonríen y bailan al son de un ritmo extraño. Y ahora son campanas que parecen canto de pájaros grandes y sin alas. Pájaros que rectan por el suelo como si fueran serpientes negras y rojas y una raya blanca a la mitad, raras serpientes. Siempre le tuve miedo a las serpientes. Ahora, adulta, el miedo no es otra cosa sino algo lejos muy lejos de mí. Podría decir que maduré pero la palabra no me llega. Tampoco es ahora soy otra cosa porque no lo soy, soy yo pero distinta. ¿Soy campanas? ahora sé que estoy dormida.

Abro los ojos y lo primero que veo es mi almohada llena de sudor frío. Odio cuando me despierto. Maldigo al Dios que no es y que es poco probable que exista con su túnica y su barba de muchos días y su mal olor por el desodorante que nunca usó. Ahora sé que esas campanas eran el timbre que suena en la puerta y sí, es Teresa que viene por mí.

Teresa, Teresa, Teresa. Dormir, ay Teresa me hubieras dejado seguir durmiendo.

Me levanto de la cama sin muy pocas ganas de caminar hasta la puerta que abro con los ojos dormidos y, por lo que pican, sé que llenos de lagañas. Ella con la expresión de un condenado a muerte me besa en la boca, en las axilas, en las tetas y yo sólo le sonrío.

Con apuro cierra la puerta y entra en la casa y se choca contra una pared, se lleva mi mesa, donde desparramo la cocaína, hasta la cocina arrastrándola a sus pies. Al parecer no se dio cuenta, pero me tiró al piso todo un lote de coca y yo la maldigo en silencio.

- Hey Teresa ¿Te interesa? – le digo arrodillándome y esnifando todo el polvo que regó ella por el piso.
- Lorena con las ganas que tenía de verte ni sé que hago.- Me dice ella saliendo de la cocina y tropezándose conmigo y cayendo al piso en vuelta canela. Rueda hasta una pared y se rompe la nariz. La sangre le corre por las mejillas.
- Mierda Teresa.- Esnifo más y más polvo hasta que también me sangra la nariz.
- Acaban de tomarme por puta.
- Es nuestra condición de damiselas, putas somos todas.- le digo tirándome encima de ella.- objetos sexuales somos para los ojos de todos y, la verdad, no importa una mierda. Tranquilízate. Es luchar contra la marea, contra una pared de ladrillos.- La beso la nariz. Me sorbo toda su sangre y entonces la beso en los ojos, que aún no cierra.
- Me besaste mientras tenía los ojos abiertos.
- Fue un error de puntería.
- Lorena, pensé mucho en ti allá afuera.
- Pero ¿Sólo allá afuera? ¿No piensas en mí ahora?
- Lorena, sabes que me gustas mucho.- dice y me quita las lagañas de mis ojos con su lengua roja y larga.
- Pero ¿Piensas en mí ahora?- le pregunto.
- Estamos juntas ahora. Una encima de la otra.
- ¿Y? ¿Quieres decir entonces que el fin de estar con alguien es no pensar en ese alguien cuando se está con él?
- Algo así.


Llevo mi cabeza a su cuello y le paso mi lengua por toda su piel blanca hasta llegarle a la oreja. Su pelo huele a shampoo. - Yo pienso en ti ahora.- Le susurro al oído.

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