En la pista de baile veo a Pedro con su cara de niño desprotegido. Me dan ganas de abrazarlo.
- Aguante Flema.- Me dice Pedro con su acento raro.
- Sí, aguante Flema.- Le digo.
- Ejtoy que no entiendo naá. Ejtoy para atrá. Ejtuvimó en un bar toda la tarde y luego nó bajamó una botesha de Fernet con Coca Tomás y sho anté de venir y ahora lá birrá con ron. Lá cosá que pintan, cualquiera. Ah, también fumamó. Somó cualquiera. Cualquiera. ¿No me regalá un cigarrisho? El Tomás me ló chorío. Tomás borracho ej cualquiera.
Le doy el cigarrillo. Se lo enciendo. La gente bailando me empuja. Me gusta. Me gusta el Punk cuando se trata de chocarse contra cuerpos desconocidos y llenos de sudor.
- Tomás me hizo shamar a Diana y no sabía que hablarle.- dice Pedro.
- Ah, eso no me lo contó ahorita que hablé con él. ¿Hasta cuando va a seguir con eso?
- Sí, ejo. Yo le dije a Diana al teléfono “Ey que onda, que pajá por tu cabeza” y no sabia que má decirle. Sho le hacia señá a Tomás para que me dijera que decirle, pero él no me entendía así que sho seguí con lo míjmo “Ey que onda, que paá por tu cabeza” y esha no me entendía. Hajta que Tomás me quitó el teléfono y le hablo.
- ¿Y qué le dijo?
- Nada, que sho le había quitado el teléfono y la shamé.
- Ahí está pintado Tomás.
- Sí, ej cualquiera. Ahora no sé donde anda. Dejde que entrámo a la fiejta no sé que se hizo. Tiene mi shavé.
- Él estaba conmigo pero se fue y no volvió.
- ¡Ja! A ese le pinta caminar. Debe ejtar caminado por ahí. Ahora me toca bujcarlo. Siempre me lo encuentro en cualquiera. Debe ejtar en cualquiera.
- Sí.
- Teresa, voy a bujcarlo. Hablamó má tarde.
- Lorena.
- ¿Qué?
- Soy Lorena.
- Ah sí, eso. Chau, nó vemó.
Veo a Pedro alejarse y luego me veo bailar con los pies escuetos en semicírculos y de vez en cuando en el aire chocándome, pogueando, contra una gorda. Una gorda cariñosa que en el pasado fue mi amiga. Ahora ella me da un buen golpe que me quita el aire y las ganas de todo lo que tal vez pueda desear de está fiesta, del mundo.
Aterrizo en el piso y mis rodillas, junto a mis brazos que se apoyan para no darme de bruces contra otros pies que saltan, me duelen. Voy a matar a la gorda es lo que pienso mientras ya sentada en el piso, de la manera más incomoda y recuperando el aire, la miro. Se ve feliz, pero yo infeliz, y no lo puedo soportar porque si soy infeliz tiene que ser por mi propia cuenta, así que: VOY A MATAR A LA GORDA.
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