lunes, 2 de noviembre de 2009

Y lo siento, cada noche

*

Con sólo escuchar aquella canción, con sólo sentarme en esta silla sin espaldar – la cual, muy pronto, me produjo dolor de espalda-, con sólo encenderme esos tres cigarrillos que yacen convertidos en cenizas en el fondo de un improvisado cenicero - mis mejillas se tornarían de un color rojo intenso si te digo de qué va la forma y de qué está compuesto tal cenicero-, con sólo beberme casi toda una botella de Tequilla dorado, yo solo,... -odio utilizar puntos suspensivos cada vez que intento que mis pensamientos se traduzcan en algo escrito; últimamente recurro mucho a los puntos esos ( quizás es que ya no tengo nada para decirme; la verdad, creo, nunca he tenido nada para decirme a mi mismo; a la muestra el botón de que estoy escribiendo, nunca antes había escrito un apéndice de nada). Con sólo mirar por la ventana: me doy cuenta de cuanto te extraño, Natty.

Le he puesto a leer a mi compañero de cuarto , un negro alto y que se ve que pasó su triste vida en un gimnasio barato, eso que te acabé de escribir y me dijo:“basura, uno no le escribe a una muerta".

Natty, ayer me violó La Tullida, ella gritaba: “Hija, hazte de cuenta que eres tu". Nunca me contaste que ella te llegó a tocar eso que entre tu y yo era único, Natty. Venganza, es la palabra que más utilizo últimamente. Quiero creerme que no estás muerta, pero igual, quiero creerme que algún día voy a superar tu ausencia.

sábado, 3 de octubre de 2009

¿Preguntas?

*

Últimamente mis dedos de las manos se han ido encogiendo. Me duelen. Ya casi ni puedo levantar mi bastón como se debe. Creo que estoy perdiendo autoridad ante mis hombres; ya no les puedo romper la crisma como es debido. Apenas si logro tocarlos. Los doctores me dicen que padezco de artritis, una enfermedad que es hereditaria. Maldigo a mi mamá y a mi papá. ¡Malditos sean donde quieran que estén!. No es justo que de niña no se dieran cuenta a tiempo que padecía de Poliomielitis, hasta el punto que me confiné a caminar con un bastón por el resto de mi vida, como para que ahora me vengan a heredar su maldita artritis. Definitivamente, a veces, cuando me despierto, me levanto, me preparo una taza de café y entro en mi rutina de mirar por la ventana durante algunos minutos, el mundo se me viene abajo. Nada de esperanza a la vista. “Esperanza”, un mal invento de la humanidad… o quizás un buen invento. A la humanidad le gusta sufrir por algo inexistente. Hay veces en las que me deprimo como ostra, y sólo por un maldito invento. Lo que no es invento, es un buen polvo; ese se siente. Un buen polvo, ya sé quién me lo podrá dar, y así mi venganza se desbordara. Cuando mi hija Natalia se entere, no me creo en nada que esté muerta, se va a querer morir; su novio Debby, como le llama ella, no se lo esperara. Sólo espero que al muy hijo de puta se le pare; y si no, le embuto viagra hasta por los ojos.

sábado, 12 de septiembre de 2009

*

Lenta, muy lenta, demasiado lenta una gran nube negra cubre totalmente el sol. Parece que va a llover. Pasan los segundos, los minutos, las horas, llega la noche. En todo este tiempo he tratado de hablar otro idioma, me incliné por el francés. Ya me sé una canción en francés entera: Non, rien de rien, non, je ne regrette rien, ni le bien qu`on m`a fait, ni le mal tout ca m`est bien egal, non, rien de rien, non, je ne regrette rien…

- En serio, creí que se iba a largar una súper tormenta, pero nada. – dice Clau mientras guarda su sombrilla con muñequitos impresos de las Chicas súper poderosas. Siempre me han gustado las Chicas súper poderosas, en especial Burbuja. Pero, obvio, no se lo hago saber a Clau. No quiero que ella se entere que comparto algún gusto suyo.
- Ya era hora que guardaras esa sombrilla. – digo sin susurrar, asegurándome que ella me escuche.
- Hoy, Natty, estás de una actitud.- dice ella.
- ¿Qué actitud?
- Pues, pues… no sé cómo decirte.
- Hmmm, ok.

**

- Natty. Ahora, cuando fui a comprarte la comida se me acercó un señor.- dice Clau.
- ¿Y?- le pregunto sin mucho interés, la verdad. Clau me tiene acostumbrada a eso, a contarme historias de señores que le dijeron esto y lo otro, historias donde por lo general ella terminaría desnuda y en cuatro patas, follada hasta la medula en alguna habitación de un hotel.
- Pues esta vez no es nada que tenga que ver con sexo. – dice.
- Hmmm, bien, bien. – digo.
- El señor me dijo: “Las personas estamos sometidas a seguir tres pasos: nacer, crecer y morir. Sobriedad, borrachera y resaca. Lo único que a veces nos diferencia de las otras personas son los secretos que tiene cada quien.”
- ¿Y qué mejor manera para sacar a relucir los secretos que un señor que está borracho?
- Estoy hablando algo serio, Natty.
- Bueno.
- El señor luego añadió: “Ahora yo le voy a contar mi secreto... mi secreto es: Deje así… No vale la pena el esfuerzo.”. Creo, Natty, que me estaba hablando de ti. No vale que tu y yo seamos almas gemelas, algo no está funcionando.
- ¿Cómo qué algo no está funcionando?
- Natty, creo que tú estás mejor sin mí.

Es verdad. Que te vaya bien en la vida Clau.

- No, Clau. ¿Por qué estaría mejor sin ti?, tú has sido la mejor amiga que he tenido en toda la vida- digo.

Sin saber empiezo a llorar a moco tendido. Tal vez Clau me vaya a hacer falta.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Así vivimos los zombis

*

Son las 6:30 am, desde ya éste día da indicios de que no va a ser bueno, pero y así y todo ya me estoy acostumbrando. Ningún día, desde hace mucho, me depara algo bueno. Y no es que la pase mal; ya los hombres de La Tullida no me torturan como sí lo hicieron los primeros días, cuando estaba yo recibiendo zendo golpe en la cara inmediatamente después de levantarme del piso por el golpe que me tiró hacia este. Me dolía todo el cuerpo en ese entonces. Ahora, con el tiempo, el dolor se ha vuelto un placebo en una esperanza de que pase algo, que de nuevo me vuelva a inquietar por sentir cualquier cosa.

**

El tipo al que estamos esperando nos dijo que estuviéramos cumplidos porque o si no empezaba sin nosotros. Una hora de retraso lleva. Una hora que bien la pude dormir en mi cuarto cárcel asignado. Una maldita hora en la que me la he pasado, en un parqueadero al aire libre, mirando ir y venir a una hilera de hormigas gigantes rojas. Estamos esperando por el que nos dirá a quién tenemos, esta vez, sacarle información apunta de cachazos de pistola.

- A esta hormiga, la más grande de todas, la voy a llamar Didier.- digo.
- ¿Didier? – pregunta el tipo gigantón que me acompaña y que está vestido como Don Johnson en Miami Vice.
- Sí.
- ¿Y por qué Didier? Esa hormiga no tiene cara de Didier.
- Hmmm, sí tiene cara de Didier.
- Madrugar, y que nos dejen esperando por más de una hora, te tiene alucinando.
- ¿Qué hora es? – pregunta otro gigantón, el que es el chofer del carro que nos llevará a nuestro destino de sed de sangre.
- Las siete y media – dice gigantón Don Johnson.
- Yo estoy aquí desde las seis en punto. – dice el chofer.
- Ah no, a usted si lo compadezco.- digo. Compasión, algo que ya no sé qué es.

domingo, 23 de agosto de 2009

Confesiones

*

La primera vez que hablamos era de noche. Yo estaba borracho. Tú te acabas de escapar de tu casa por primera vez. Tenías en la mano una sierra desechable, te veías exhausta. Respirabas, exhalabas, apoyabas tus manos en tus rodillas. Sudabas a mares. Llevabas una pantaloneta gris y una camiseta blanca casi transparente que hacía que se te notaran los pezones porque de la carrera que tenías al escapar, se te olvidó ponerte sujetador. Te miré de arriba abajo y de nuevo te miré de arriba abajo; mi primera erección contigo.

-Usted, tanto mirar hacia mi ventana ¿y nunca se le ocurrió coger una sierra, escalar por la pared de mi casa y salvarme de la tullida? - me dijiste con la voz entrecortada. La verdad, no se me ocurrió, ya ves. Lo siento. Pero te dije que no, que lo que intenté fue derribar la casa entera con el poder de mi mente, menos tu habitación.- ¡Estúpido!- me atacaste.

- Esos botones no son de esa camiseta.- yo, dándote la razón en lo de que soy estúpido, te respondí señalando tus tetas. Ese día me diste la primera cachetada, luego me desmayé.

Al otro día abrí los ojos y el sol, al frente mío, me dada en la cara. Tú rostro entró en mi plano periférico tapando a el sol. Parecías un ángel. Llorabas. En tus labios parecías suplicando algo.

- ¿Eres Dios?- pregunté.

Dos segundos más tarde vi cómo la Tullida te alejaba de mi, devolviéndote a tu habitación cárcel. Inmediatamente patadas en el estomago y en la cara me dieron los hombres de la Tullida, advirtiéndome que me alejara de ti. Era la primera vez que escapabas, y yo estaba tan borracho. Y me cuidaste la borrachera. Natty, Te extraño mucho, mucho.

sábado, 15 de agosto de 2009

La luna no es de queso

*

Aprieto mi nariz con mis dedos, cierro los ojos y me sumerjo en el agua, hasta el fondo. ¿Qué canciones existen sobre la muerte? Por más que intente recordarlas no doy con ellas, al menos no canciones que me gusten. Cinco segundos después, de nuevo, estoy en la superficie. Cinco intentos de morirme ahogada. Cinco fracasos.

- Natty, ¿no piensas salir de esa piscina? Llevas más de dos horas allí metida, no has desayunado ni almorzado, me preocupas. – dice Clau, mi mejor amiga, o al menos eso es lo que dice ser ella desde hace unas semanas. En el hospital, cuando ya se habían llevado a Debby y bajé con precaución por las escaleras, Clau se atravesó en mi camino, me compuso el brazo, me lo enyesó y ¡zas!, de repente ya éramos almas gemelas según ella.
- Ya salgo.- le digo.
- “Ya salgo”, es lo único que dices. Me aburren mucho los que siempre están diciendo que van a hacer algo y luego no lo hacen. Natty, no seas así.
- A mí me aburren mucho las personas que esperan algo de mí, luego sus caras de decepción no me las aguanto, son horribles.- susurro.
- ¿Dijiste algo, Natty? … óyeme, ¿podrías ayudarme en algo?- dice Clau.
- No, muérete.- últimamente me he hecho una experta en susurrar, ¿existen concursos sobre el susurro?
- ¿Qué? No te escuché, Natty.
- ¿En qué puedo ayudarte, Clau?
- Con las tiras del bikini. De nuevo no puedo despegármelas de la espalda, me arden.
- Por Dios, Clau, te he dicho mil veces que dejes de usar esas tiras transparentes, son feas e incomodas.
- ¿Si me ayudas?
- No, sé que lo que intentas es hacerme salir de la piscina.

¿Alguna vez tuve “grandes sueños”? si los tuve, cómo era de suponer, terminaron en pesadillas, o cómo mejor se le puede llamar: realidad. Algo que rescato de la realidad:… el sexo. Sexo, sexo, sexo, llevo pensando en eso desde que ya no estás conmigo, Debby. Estabas borracho la primera vez que lo hicimos. Mi primera vez. Fue un desastre. Debby ¿qué habría sido de nosotros si nunca te hubiera dado una segunda oportunidad?, ¿estarías felizmente con otra mujer? …Obvio que sería una mujer fea. Maldita sea, hubiera preferido que ese día en el hospital la Tullida nos matara a los dos, que no te sacrificaras y que nunca me hubiera ayudado Clau a sufrir esta maldita soledad, a estar sin ti. Mis lágrimas ahora hacen parte del agua de la piscina. Debby, me pregunto si te habrán enterrado en algún cementerio, podría averiguar cuál es y podría ir a visitarte. Cuando te visite te voy a llevar flores, aunque nunca supe si te gustaban.

- Natty, ¿de nuevo estás llorando?- me pregunta Clau.
- No, estoy sudando por los ojos, Clau estúpida. – definitivamente ganaría el concurso de susurros. I miss you Debby.

lunes, 3 de agosto de 2009

Guns´n Roses, ¿te gustan?- preguntó

*

A veces cuando me sentaba en la ventana de mi habitación cárcel, el viento traía consigo la triste melodía de una guitarra acústica que a mi parecer sonaba destemplada. No me importaba que sonara así, me gustaba esa melodía, se acoplaba a la perfección a mi situación: niña encerrada, triste/ guitarra destemplada, triste/ un acorde, una lágrima; ambos ritmos sincronizados a la perfección. Años después, cuando empecé a ver y a entender películas, me hice a la idea de que desde muy niña era afortunada al tener banda sonora propia, banda sonora que me acompañaba sin tener que darle play a un equipo de sonido, armonía que llegaba con el viento, de la nada… banda sonora que dejó de sonar de repente al aparecer Debby en mi vida. Recuerdo que Debby una vez intentó reproducir esa melodía con una guitarra que pidió prestada claramente para eso en una casa de empeño, pero fracasó, ¿y cómo iba a tener éxito si nunca la escuchó?, Debby, Debby.

**

Debby mira el pavimento mientras, obligado a punta de pistola por dos hombres de La Tullida, camina a paso lento, saliendo de la terraza de este hospital. Estoy arrodillada detrás de un cubo de basura, observo la situación. Me muerdo el labio inferior con ímpetu y no puedo parar de arrancarme con los dedos los cueritos sueltos que tengo al lado de las uñas. No puedo evitar llorar, no era esto lo que quería… Quiero gritar… si grito entonces no le van a creer a Debby que alcancé a escapar y él no… qué plan tan “genial” el dejarme sola, que buena "solución"… Mierda, Debby, no te tenías que sacrificar. Definitivamente, a veces, los hombres no entienden nada…

Debby, iré por ti. Te amo.

domingo, 26 de julio de 2009

La solución

*

Ella tiene un tic nervioso que consiste en que cierra intermitentemente un solo ojo y se muerde el lado derecho de su labio inferior. El tic se le aumenta más en situaciones como esta, en las que el caso es de vida o muerte y no hallamos la forma de escapar de la terraza de este hospital. De esta no podemos salir, quizás nuestra aventura llegué hasta aquí. Otro fracaso más en mi vida. Tal vez, ella, luego, se avergüence de mí. Me mire de la forma en que suele hacerlo cuando ve por la calle a un indigente o a un niño desamparado.

- Natty, recemos.- le digo.
- ¿Qué? – Pregunta ella.- ¿Me estás hablando en serio?
- Sí.
- No te creo, y si es así ¿le rezamos a tu Dios?
- El único Dios.
- Puaff, qué esperanzas. Prefiero rezarle a la contra de tu Dios, al que llaman Satán, estadísticamente tiene menos muertos encima.
- No digas esas cosas,… ya sabes.
- No digas tú esas cosas,… ya sabes.

Porque a veces ella me diga palabras como “Muérete”, “Púdrete”, “Malparido” “Hijueputa” o frases como “Te odio, Debby”, “Si eres tan católico, hazte cura y viola a un niño”, “Metete un palo culo arriba y muérete, Debby”, sé que le gusto… o… de alguna manera, ella conmigo encuentra la forma de combatir su soledad… me dijo alguna vez que en su infancia tenía a una amiga imaginaria a la cual bautizó: Soledad… Cuando le dije que bautizar así a una amiga imaginaria era algo estúpido, algo de gente que oye Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Ricardo Árjona o algo así parecido, me tiró una olla con agua hirviendo, que por fortuna no estaba lo suficiente caliente; todavía tengo la cicatriz de las quemaduras de segundo grado en los pies.

Ella empieza a sollozar. No pierde la oportunidad de llorar a moco tendido; dice que así eleva su espiritualidad. Pero su llanto es ahogado; me recuerda a un personaje de un dibujo animado llamado Pulgoso, que se reía sin emitir sonido. A pesar de que la dejo llorar, siempre me reclama el por qué la dejo llorar. Cuando trato de evitarlo, igual me reclama el por qué trato de evitarlo. Mujeres.

Pienso en una solución extrema.

– Natty, ya sé qué hacer para salir de esta con vida.- le digo.

Ella me mira. Como si esto fuera obra de un director de fotografía de cine, la luz de la luna ilumina perfectamente su rostro. Sus ojos y sus lágrimas dan un brillo perfecto.

- ¿Qué Debby, qué vamos a hacer, que no sea rezarle a un asesino?- me pregunta ella.

sábado, 18 de julio de 2009

Ahora, uno fácil

*

David mira una vez más hacia atrás, se cerciora si de verdad han perdido de vista a los hombres de la Tullida. Natalia le da una bocanada a su cigarrillo.

- Natty, tenemos que seguir, antes de que nos vuelvan a encontrar los hombres de la Tullida. – dice David.
- Siempre nos encontraran, Debby.- dice Natalia.
- Pero no quiero que sea ahora, Natty.- dice David.- Sigamos.

**

– Óyeme Debby, de tanto correr me debo ver espantosa. – Dice Natalia exhausta y con su brazo adolorido mientras se sienta y se recuesta contra un gran cubo de basura en la terraza del hospital. – Quisiera tener un espejo en este momento.
- Se cae el mundo y tú siempre tan oportuna con tu vanidad.- Dice David mirando para todos los lados, buscando alguna salida.- Y si te digo que te ves hermosa, igual no me vas a creer.
- No es momento para que me digas eso, Debby. – dice Natalia.
- Lo sé, nunca es el momento... para mí. – dice David.
- ¡Debby, escúchame!
- Baja la voz, Natty, que se van dar cuenta que estamos aquí.
- Ya lo saben.

David se sienta al lado de Natalia y la abraza.

- Déjame tener alguna esperanza de que podemos salir de esta sin quedar con la apariencia de un queso gruyere. – dice David.
- Debby. – dice Natalia.
- Natty. – dice David.
- Dime que estoy hermosa.
- Estás hermosa, Natty.
- No te lo creo, ni siquiera me miraste al decírmelo.
- Toda mi vida te he mirado y no te he dicho nada, qué contradicciones.
- ¿Y qué más te da que me mires otro ratico y esta vez si me lo digas?
- Natty, no es momento para esto.
- Debby, no te robes mis dichos.

David asoma su cabeza por la orilla del gran cubo de basura, se certifica que nadie esté allí, buscándolos. Natalia mira las pocas estrellas que se ven en un cielo negro, nebuloso, contaminado de tanta luz que hay en la ciudad.

- Me gustaría vivir en el campo, en el campo se pueden ver todas las estrellas. – Dice Natalia.
- A pesar de que son sólo tres estrellas, mi constelación favorita es el cinturón de Orión, y esa se puede ver desde cualquier ciudad. – Dice David.- No me gustaría vivir en el campo, Natty.
- Lo sé. A mí tampoco me gustaría, con solo pensar que voy a oír grillos o sapos o cualquier bicho raro apenas anochezca me quiero enloquecer… Debby, en la ciudad deberíamos ver las estrellas. – dice Natalia.
- ¿Qué te puedo decir, Natty? Ojalá en la ciudad pasaran muchas cosas.

***

Pero ese día no tenía ganas de hablar nada. Por eso no le dije que la quería. Que ella es mi hija adorada, la única; no me importa su hermano para nada, es un malogrado desde que nació. No le dije que cualquier cosa que se interponga entre ella y yo, puro amor de madre, no puede ser, no puede existir, no puede crecer, tiene que ser exterminado desde su raíz. Para una persona como yo es tan difícil demostrar sus sentimientos. Me dicen la Tullida, un sobre nombre cierto y bien puesto, pero injusto. Estar condenada a un bastón, te lo digo: es una cosa que tú que tienes las piernas buenas no te lo imaginas. La rabia que he acumulado todos estos años sobre pasa cualquier cosa.

- No maten a Natalia, pero si lo hacen… bueno, lo tendré qué sobrellevar.- digo golpeando con mi bastón a un inútil de estos que tengo por hombre de confianza. Mis hombres de confianza son un asco, apenas estoy aprendiendo sobre ello, sobre elegir quién te puede seguir.

****

- Debby… ¿Alguna vez vamos a tener nuestras propias acciones y no haremos más parte de una historia mal escrita?... A veces siento que nuestras vidas son como las imagina alguien que se niega a seguir una rutina aburrida como: levantarse, bañarse, comer, ir a trabajar en algo en lo que se siente cansado, llegar reventado a la casa, ver televisión, quizás masturbarse, dormirse y de vuelta a lo mismo: levantarse, bañarse... ¿por qué toda nuestra vida, Debby, ha sido un drama?- dice Natalia.
- Natty, te puede sonar raro, pero de alguna manera creo que somos privilegiados, nadie más que nosotros puede contar que nos persiguieron, que nos dispararon y…- dice David.
- ¿Y qué escapamos?
- Sí, y que escapamos.
- ¿Si crees que vamos a escapar?
- Sí.
- Cuéntame cómo vamos a escapar.
- Ok. Explota una bomba en el primer piso. Empieza a caer el hospital, piso por piso, y nosotros dos salimos expedidos, volando por los aires, hasta caer en el carro. Yo caigo en la capota, me fracturo un brazo para compensar tu brazo fracturado, el Karma hay que compartirlo. Y tú caes directamente en el asiento del copiloto, das tres toques en el capo del carro y me abres la puerta para que maneje. Y escapamos.
- Suena poco creíble. Y no es tu culpa que me haya fracturado un brazo, así que el karma aquí no es compartido.
- Si tú sufres, yo sufro.
- Algo poco creíble. Tengo un mejor escape.
- Dímelo.
- Desconectamos a un moribundo, le robamos la camilla, nos montamos en ella, cogemos impulso y nos lanzamos de la terraza hasta la calle.
- Buen escape, ¿Pero de dónde nos conseguimos a un moribundo?
- Bueno, entonces nos vamos rodando en el bote de basura.
- ¿Se mete Natty en el bote mientras Debby lo rueda, luego Debby se monta haciendo equilibrio, y volamos?
- No, nos tiramos de la terraza y nuestros amigos, allá abajo, nos ponen un gran trapo para que rebotemos.

sábado, 11 de julio de 2009

Una crisis de confianza

*

Lo único que recuerda Natalia de su niñez son dos adultos discutiendo y abofeteándose el uno al otro; uno alto, corpulento, canoso, hombre, y el otro bajito, gordo, pelo teñido de rubio, apoyado en un bastón, mujer. Los recuerdos más recurrentes de Natalia son el de cuando el adulto apoyado en el bastón le cortó una oreja con un abre cartas al adulto corpulento, y, cuando el adulto corpulento sucumbió de un edificio cayendo veinte pisos abajo. Con el segundo recuerdo toda la atención recaería sobre Natalia, y su vida pasaría de “la chica que nadie determina” a la de “la chica que es culpable de todo y hay que encerrarla, apartarla, ubicarla en cuarentena como si tuviera la lepra”.

Natalia oye una voz, una voz que se le hace familiar, a lo largo de su vida no ha oído muchas voces que se le hagan familiares, se pasaba aislada horas y horas mirando por la ventana de su habitación cárcel, se pasaba horas y horas odiando al adulto del bastón, o mejor dicho como a ella le gusta decirle: la Tullida. Ahora sabe que la voz es de David, o como ella le dice: Debby.

Natalia mira fijamente a David que está parado frente a ella en esas escaleras del hospital.

- ¿Me dijiste algo?- pregunta Natalia.
- Creo que perdimos a los hombres de la Tullida.- dice David.
- Que bien, no quiero correr más.- dice Natalia.
- Natty,… perdóname por mentirte con lo del revólver de mentiras, si fuera de verdad ya hubiéramos escapado, si no hacía que me vieras como el chico al cual hay que temerle, quizás nunca te hubieras ido conmigo, perdóname por meterte en esto. – Dice David.
- No te tengo qué perdonar nada, Debby… Deberían dejar fumar en sitios públicos, en sitios como este. Me comen los nervios. – dice Natalia.
- Fuma, nadie te lo impide, después de todo estamos huyendo, podemos romper todas las reglas.- dice David.

Natalia asiente, David le da un cigarrillo y se lo enciende. Natalia da una profunda bocanada.

- Un día te despiertas y descubres que tu vida siempre gira en torno a borrachera en la noche y resaca al otro día, alcanzas a sentirte mal, te da remordimiento, sientes culpa, pero por otro lado ¿sentirte mal por qué?, ¿remordimiento de qué?, ¿culpa de qué, acaso has matado a alguien, o le has robado a alguien o..?. – Dice David.
- Prácticamente si le has robado a alguien, a la Tullida.- Dice Natalia.
- No le robé nada a la tullida, ella no es tu dueña. – dice David.
- Y además la plata que tenemos en el maletín es de ella. – dice Natalia.
- No le robamos, es un préstamo… pero déjame terminar la idea, mis disculpas: Te levantas de la cama, caminas hasta el baño, bebes agua del grifo, te das un baño, tarareas Five Years de David Bowie, te vistes, miras cuanta plata tienes en tu billetera y vas y te compras una botella de ron y un paquete de cigarrillos, hay que celebrar que te puedes dar esos lujos.
- Pero te das cuenta que nadie está al lado tuyo para que la celebración sea LA CELEBRACIÓN ¿esa es la idea?
- Sí, ahí entras tu, quiero que siempre celebres conmigo.
- Perdóname si en este momento no tengo ánimos para celebrar una mierda, quiero dejar de sentir dolor por este puto brazo fracturado, quiero que la Tullida no nos esté persiguiendo.

Natalia mira hacia el piso, hace una mueca de dolor, después de unos segundos mira a David.

- Debby,… gracias por entrar en mi vida. - Dice Natalia sonriendo.

**

¿En qué momento te empezaste a enamorar de ella? ¿Cuando te dijo eso de “Tengo visiones de noche, una de las visiones eres tú, eres el elegido”?

sábado, 4 de julio de 2009

¡Esa chica es un don de Dios!

*

La Tullida y sus cinco hombres acuerpados, altos, con traje negro y armados con sendas pistolas 9 mm niqueladas irrumpen en la sala de urgencias.

- ¡De aquí no se mueve ni el putas o sino balín es lo que lleva! – dice uno de los hombres de la Tullida.
- ¿Qué es esa expresión, “balín es lo que lleva”?, dejé claro que no podían decir nada de eso.- dice la Tullida.
- Perdón.- dice el hombre de la Tullida.
- No demuestren que vienen de un barrio bajo, por Dios.- dice la Tullida.

**

- ¿Por dónde fue qué nos dijeron que era la otra salida, Debby? – Le pregunta Natalia a David mientras caminan con mucha prisa por uno de los pasillos del hospital, dejando atrás la sala de urgencias.

Por el apuro de escapar, el brazo fracturado de Natalia no fue enyesado, sino puesto en un cabestrillo de vendas y un dulce abrigo que por alguna razón el doctor que la atendió tenía en un bolsillo de su pantalón. Natalia recuerda, fugazmente, el haberse extrañado cuando el doctor sacó ese dulce abrigo: “¿quién demonios anda con un dulce abrigos en el pantalón?”.

- Supuestamente es después de este pasillo, Natty.- Le dice David a Natalia, se lo dice por no preocuparla, David no tiene la menor idea de hacia dónde se dirigen; cuando el doctor le dio la explicación de la ruta de salida alterna, en lo único que pensaba David era en salir vivos de aquella sala de urgencias, y que no fueran a descubrir que en realidad tiene un revólver de mentiras.

Se oyen dos disparos y luego un golpe seco contra el piso.

Natalia y David se tiran al piso, luego se ponen en cuclillas e inútilmente se cubren con las manos. Miran el cuerpo sin vida de una enfermera que por allí pasaba, la pobre recibió por error los dos disparos que iban dirigidos hacia ellos.

- Mierda Debby ¿qué vamos a hacer? – dice Natalia.
- Mierda, no lo sé ¿de dónde nos dispararon? – dice David.
- Corramos Debby.

David asiente, se incorporan y empiezan a correr, otros dos disparos pasan zumbándoles las orejas.

- ¡Pero qué idiota eres! ¡Tiene más puntería mi tía Gertrudis que es ciega y sufre de artritis en los dedos! - grita la Tullida desde alguna parte del pasillo.

Natalia y David llegan hasta unas escaleras, agitados las empiezan a subir.

- Debby, tengo mucho miedo. – dice Natalia.
- Yo también tengo mucho miedo… recordé cómo y cuándo te vi por primera vez, cómo te conocí, Natty... fue en una sala de urgencias, yo acompañaba a mi mamá, mi papá casi la mata ese día.- dice David.
- Debby, no es momento para eso.
- Lo sé.

martes, 30 de junio de 2009

No había forma de solucionarlo: 1986

*

Ignacio se siente perdido, y aunque ya se lo esperaba, nunca pensó que llegaría el momento; al menos no qué llegaría mientras aún estaba vivo. Siempre se imaginó morir en los brazos de Camila pidiendo un último cigarrillo mientras en la radio suena Wagner a toda castaña – que se note que es un instante dramático-. Pero ahora las cosas son distintas, todo su mundo se vino al garete, se fue por la alcantarilla, se mezcló con las inmundicias de otros, se llenó de lo peor: humanidad.

El cigarrillo está en su estado terminal. El cenicero está lleno de colillas apagadas a la mitad. El humo hace que ardan los ojos. La discusión entre Ignacio y Camila sube cada vez más de tono, las palabras hieren como puñaladas que le dan un marrano decembrino. Un vaso de cristal se estrella contra la pared. Las lágrimas saltan de los ojos.

-No me digas que sí porque no te lo creo.- dice Camila mientras intenta salir de la habitación esquivando a Ignacio que está clavado en la puerta como una estatua.
- Es verdad, créeme, te lo ruego, por favor.- dice Ignacio.
- Lees porque tu vida es miserable y no encuentras nada que hacer con tu tiempo libre – dice Camila.
- No me ofendas.- dice Ignacio.
- Crees que si tu cerebro sabe algo de más eres una persona diferente, especial. Te digo: no es así, leer es para perdedores, los ganadores tienen metida su cabeza en otros asuntos, ¿nunca te has preguntado por qué esos personajes que no saben más de la vida que amarrarse los zapatos consiguen cosas mejores que tú?

Ignacio enciende otro cigarrillo. Se le ocurre que sí ha conseguido cosas mejores que otras personas, que una de esas cosas es Camila y su pequeño hijo, David. Pero que no abre la boca, se limita a apaciguar su ira mirando hacia el piso, temblando, mordiendo su labio inferior. Él sabe que Camila siempre fue hiriente en sus comentarios, pero siempre eran eso: comentarios sueltos, dichos al unísono. Ahora todo va unido a todo, nada está suelto al azar, cada herida es justa, nunca nadie mereció ser acuchillado como lo es él en éste momento.

- ¡Si me dejaras quererte a mi manera, todo sería más fácil! - dice Ignacio en un mal contraataque. - ¿Qué te hice para merecer esto? ¡Sabes que soy alguien muy sensible!
- Tan sensible que pareces una nena. Una nenita que necesita de su mamá.- dice Camila.
- No sé en qué momento las cosas cambiaron tan drásticamente.
- Todo cambió hace muchísimo tiempo, ni te diste cuenta, ¿el por qué? es algo importante para que te preguntes. Considéralo y vete a masturbarte, aprende sobre esos nuevos teléfonos celulares, o simplemente haz de tu vida algo útil, conviértete en lechero. Un lechero es algo útil. La gente necesita leche en su sangre- Camila dice todo esto apartando a Ignacio de la puerta y saliendo de la habitación. - Aunque pensándolo bien, no creo que llegues a tanto. No creo que una persona como vos llegue a los segundos actos.

Ignacio cierra la puerta en la cara de Camila. Camina hacia el centro de la habitación y suspira. Coloca sus manos sobre su rostro cómo si con ese mero gesto la vida regresara a su curso normal, le da una calada al cigarrillo.

Camila, parada en medio de la sala, con lágrimas en los ojos, mira atentamente a su hijo de diez años, David, que duerme plácidamente en uno de los muebles. Susurra: “Nunca seas cómo tu papá.”

**

David, sentado en las sillas de la sala de urgencias, se despierta de golpe. Mira a ambos lados y no ve a Natalia. Intranquilo se para de la silla y camina hacia una enfermera.

- Perdón, ¿de casualidad no vio qué se hizo la muchacha que estaba conmigo en aquellas sillas?- pregunta David señalando las sillas.
- Sí, ya la estamos atendiendo, está con el doctor.- dice la enfermera.
- Bien.- dice David recuperando la calma.

sábado, 27 de junio de 2009

Un punto de luz a lo lejos

*

Natalia, al lado derecho, está sentada junto a David, le toma la mano derecha, se sorbe su nariz en el hombro derecho de él y cierra los ojos.

David, impaciente, no para de mirar su reloj de pulso que tiene en el brazo izquierdo; el reloj de oro que heredó de su papá y que a su vez su papá heredó de su abuelo y que a su vez su abuelo heredó de su bisabuelo y que a su vez su bisabuelo heredó de alguien que el mismo asesinó con una pala, golpeándolo múltiples veces en la cabeza cuando ese alguien lo intentó chantajear amenazándolo con qué lo iba a denunciar ante la policía si no le pagaba lo que él le había prometido por desvirgar a su hija de 12 años; la hija que en ese entonces no sabía que iba a ser madre de 6 hijas y 5 hijos. Son las 2:00 am, David se lo hace saber a Natalia. Ella asiente presionando su cabeza contra el brazo de él.

- ¿Todos los suicidas dejan notas de suicida? – pregunta Natalia.
- No todos, pero sí la gran mayoría, yo diría el 99 %. Si no dejan la nota, o tienen un diario escrito en algún lado, o le comentaron algo a un amigo. – Dice David.
- ¿Pero y sí igual no tienen nada de eso y no dejaron la nota? – pregunta Natalia.
- Entonces, en un principio, se puede presumir un homicidio. A veces dejan una nota que hay que descifrar. – dice David.
- ¿Cómo los acertijos que siempre anda resolviendo Indiana Jones? – pregunta Natalia.
- Algo parecido, solo que no te vas a encontrar con una ciudad mitológica perdida, solo te vas a encontrar con miseria humana. La notas casi siempre son culpando a alguien. Alguien siempre tiene que ser el culpable. – Dice David.
- ¿Como en esa película los sospechosos de siempre?
- Me encanta eso de que siempre andes relacionando todo con películas, demuestra lo ligera que puedes llegar a ser.
- Tú siempre me has visto como una cabeza hueca.
- Nadie está libre de culpa.
- Claro, para qué está Dios si no.
- A Dios no lo metas en esto.

Natalia suspira. David resopla. Ella apoya su cabeza en las piernas de él. Él, sin más remedio después de dudarlo mucho, le acaricia el pelo. Ella cierra los ojos. Él de nuevo mira su reloj. Son las 2:30 am.

- Llevamos mucho tiempo aquí sentados. – dice David.
- Lo sé.- dice Natalia.-… No hay ningún santo que haya muerto ahorcado y haya sido beatificado.
- ¿Por qué dices eso? – pregunta David.
- Porque los ahorcados siempre mueren con una erección y siempre eyaculan. Eso a la iglesia no le conviene. – dice Natalia.
- No sigas mencionando a la iglesia, ni a Dios.- dice David un tanto ofuscado.
-La gran mayoría de homicidios entre homosexuales es por estrangulación, y no son homicidios culposos. Mientras uno de los dos está penetrando al otro por el trasero, le aprieta muy fuerte el cuello con las dos manos hasta que el que está siendo penetrado eyacule, pero a veces se les va la mano. El que queda vivo casi siempre queda de manicomio. ¿Cuántos curas habrán muerto así? ¿A cuántos monaguillos no habrán matado así los curas?

David le deja de acariciar el pelo a Natalia y bruscamente hace que ella se levante de sus piernas. Natalia se queda mirándolo fijamente.

- Mierda Natty, ¿por qué me tratas así? Sabes muy bien que casi toda mi familia es devota de la iglesia... y yo también.- dice David, su voz suena ahogada.
- Mierda Debby, ¿y tú por qué me tratas así? Me dijiste que eras un chico rudo y resulta que andabas con un puto revólver de mentiras.- dice Natalia con algo de sorna.
- ¿Sabes qué? ¡Vete a la mierda! Me voy de aquí.- grita David mientras se para abruptamente de la silla y sale de sala de urrgencias. Natalia lo ve irse.

**

David entra en el carro, cierra la puerta, introduce la llave, coloca el cambio en primera, aprieta el embrague con su pie izquierdo, aprieta el acelerador con su pie derecho, le da encendido al carro y arranca. Casi chocando contra otros carros, enciende la radio, lo que se escucha en el momento: Thunder road de Bruce Springsteen.

- ¡Mierda! - dice David golpeando el manubrio del carro.

***

Natalia está sentada en la silla, mira hacia el piso.

- “ The screen door slams Mary's dress waves, Like a vision she dances across the porch, As the radio plays, Roy Orbison singing for the lonely, Hey that's me and I want you only, Don't turn me home again I just can't face myself alone again…"- Natalia canta casi murmurando.

David entra de nuevo en la sala de emergencia y se para delante de ella. Natalia lo mira.

- ¿Te acuerdas cuando nos conocimos?- pregunta David.
- Puede ser.- dice Natalia.
- Desde ese día supe que eras mas lista que yo.

Natalia lo mira fijamente, sin expresión alguna.

lunes, 15 de junio de 2009

Motel 2 estrellas

*

David y Natalia, con precaución, mirando de lado a lado y agarrados de la mano, salen de la habitación número 505. David lleva un maletín azul colgado al hombro y Natalia lleva un maletín naranja en la mano. Convencidos de que no hay nadie corren por el pasillo hasta llegar a un ascensor. David hunde el botón para llamar el ascensor, abraza a Natalia y, ambos, con los ojos puestos de lado a lado del pasillo, esperan.

**

- Fuck Debby, tengo un miedo- Le digo a Debby con voz suave, disimulando que de verdad me estoy muriendo de literal pánico. La tullida no se anda con bobadas, cuando algo se le mete a la head nadie se lo saca.
- De ésta salimos nena, no te preocupes.- Me dice Debby por consolarme, sabiendo que metí las patas hasta el fondo. Él es un amor.

El ascensor sigue sin llegar, me estoy desesperando más y Debby también. Debby me aparta de su lado de manera brusca.

- Nena, bajemos por las escaleras.- Me dice mientras corre por el pasillo.

***

David y Natalia bajan por las escaleras cuidadosamente, miran hacia arriba, miran hacia abajo. De un momento a otro, Natalia se resbala y cae de cabezas dos pisos abajo, tiene el brazo derecho fracturado.

- Mierda Debby, creo que me quebré un brazo.
- Mierda Naty, no lo creas, te lo quebraste. Se te ve el hueso.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- Llevarte a un hospital.
- ¿Y qué hacemos con la tullida?
- Ya veremos.

****

Debby me lleva cargada en su hombro. Una vez cuando era niña me quebré el brazo izquierdo y el dolor no llegó de inmediato, llegó una hora después. Como se nota que ya no soy una niña, me duele mucho el brazo.

Terminamos de bajar los cinco pisos, o mejor dicho Debby termina de bajar los cinco pisos. Damos una mirada rápida por la recepción y, aliviados de no ver a nadie, Debby se dirige a la salida.

- ¡Hey!- grita una voz que proviene desde algún sitio de la recepción.- Se pasaron de las diez. Deben el día de hoy.

Debby se da vuelta, hace un gesto que denota angustia, o eso es lo que yo creo, no le veo la cara.

- Sí, ¿Cuánto es? ¿Cuarenta mil?- dice Debby.
- Sí.- contesta la voz.

Debby me descarga en el piso y camina hasta la barra de la recepción. Apoya el maletín azul encima y lo abre. Saca setenta mil pesos y los deja al lado de la campanita por la que uno llama al que atiende.

- Los treinta de más son para que no diga que nos vio salir.- Dice Debby.
- Mi silencio vale cincuenta mil.- dice la voz.

Debby sin dudarlo saca el monto faltante.

- Listo, pago, pero si me entero que abriste la boca, cabrón, vengo a por ti y toda tu familia.- dice Debby.
- No tengo familia.- dice la voz.
- Entonces vengo a por los gatos, los perros, las materas, lo que sea.

*****

David, con Natalia cargada al hombro, camina por la acera.

- ¿Viste como te miro el muy hijo de puta? Deberíamos pegarle un puto tiro en esa puta cara. Merece que le volemos los putos sesos. ¡Gran hijo de puta! – dice Natalia. - Debby, deberíamos ahora mismo devolvernos y volarle la puta cara. Sí, un puto tiro entre ceja y ceja no le vendría mal al grandísimo hijo de puta. Tenemos que hacernos respetar Debby. Que los muy hijo de puta como esos no se salgan con la suya.

David, con un gesto de cabeza, señala un automóvil que recién se está parqueando a un lado de la acera.

- Natty, necesitamos un carro.
- Sí Debby, necesitamos un carro.

Un hombre calvo, gordo y pequeño se baja del automóvil. David deja a Natalia en la acera y, sacando el revólver calibre 38 del cinto, corre hasta el hombre.

- ¡Esto es un asalto!- grita David.
- ¡Debby, que expresión tan ridícula! – Grita Natalia.- “¡Esto es un asalto!” qué crees, ¿qué estamos en una puta telenovela?
- Natty, cállate, nunca había hecho esto en mi vida, y la verdad es que siempre quise decir eso.- dice David.

viernes, 12 de junio de 2009

Una bomba entre nosotros

*

Es una habitación mugrienta, que huele a moho. Repica el teléfono que está ubicado en una mesa de noche cerca de donde estoy yo. Estoy desnudo, dormido y acostado en una cama; si es que se le puede llamar cama. Tengo una erección, sueño con recuerdos del día anterior: una escena de sexo puro al aire libre; se la soñarían en una película pornográfica. Y cómo sé que sueño, tengo ganas de masturbarme. Pero me despierto de golpe al escuchar el teléfono. Como por inercia estiro el brazo derecho hacia la mesa de noche y agarro la bocina.

- ¿Aló?- pregunto.
- Hola. ¿Me recuerdas? – dice una mujer al otro lado de la línea.

**

Tengo un revólver calibre 38 en la mano, le estoy apuntando a la cabeza de un hombre que está arrodillado en el pavimento a pocos metros de mí. Natty, de 22 años, rubia, delgada y hermosa, está abrazada a mí espalda, me susurra algo que no alcanzo a entender, pero que igual no me importa, lo más seguro es que es asunto de mujeres; asuntos que no me interesan.

Estamos parados en mitad de la calle. Por lo que sé, la calle está sola, ni un alma asomada a una ventana, ni un alma que pueda llamar a la policía.

El hombre, temblando, saca unas llaves de automóvil de uno de los bolsillos de su chaqueta. Natty camina hacia él y recibe las llaves con una sonrisa. Esa es mi nena.

***

Sigo sentado en esa habitación horrible, sostengo el teléfono entre mi oreja derecha y mi hombro, me estoy encendiendo un cigarrillo. Todavía tengo la erección, sé que tengo que terminar con ella, eso es seguro.

- Claro nena, ¿Cómo olvidarte? – digo.
- Eso me alegra. Me hace sentir un poco única ¿Si sabes a lo que me refiero, no?- dice ella.

Miro mi erección, está a punto de estallar por sí sola.

En la radio suena Rock and Roll All Nite de Kiss. Estoy al volante del automóvil que minutos antes le robamos a ese hombre todo desagradable, calvo, gordo, bajito, muy bajito. Voy conduciendo a toda castaña; a unos 200 klm por hora, es todo lo que da este tiesto. Naty está sentada en la silla del copiloto, canta la canción de Kiss a todo pulmón.

De un momento a otro Natty me besa en la boca, empieza a lamerme el cuello y luego el pecho, no se molesta en al menos quitarme la camisa, luego va bajando hasta mi entre pierna. Oh, oh, Blow job.

*****

Tengo una mano en mi entrepierna. Sigo con el teléfono en mi oreja, tengo el cigarrillo encendido en la otra mano.

- Aja, sé a lo que te refieres. Eres algo especial, nena. ¿Lo sabías?- digo.
- Aja, lo sé.- dice.
- Y muy bien que lo sepas, eso te hace más interesante.
- Gracias, eres todo un caballero.
- No, gracias a ti por ser toda una hermosa dama.
- Mmm, ya te extraño.
- Yo lo mismo, y Carlitos lo mismo, ¿Sí sabes a lo que me refiero, no?
- Claro, Carlitos debe sentirse muy solito, necesita algo de calorcito.
- Aja, mi mano no es lo suficiente calurosa, necesito un sol, pero… se supone que estarías aquí.

Primero miro la cama y luego el resto de la habitación. No veo a nadie.

- ¿Dónde estás? ¿De dónde me estás llamando? ¿Natty?

En ese momento oigo que abren la puerta. Miro hacia la puerta y veo que Natty, con un maletín color naranja en sus manos, está entrando en la habitación.

- ¿Me hablas?- me pregunta Natty.
- Perdón ¿con quién estoy hablando?- le pregunto a la del teléfono.
- ¡Ja ja ja! Adivinad pedazo de cabrón.¡SOY LA PUTA VIEJA TULLIDA, COMO EN OCASIONES EH OIDO QUE ME LLAMAS, Y QUE, JUNTO A SUS DOCE NEGROS GUARDESPALDAS, QUIERE METERTE UN PALO BIEN GRUESO POR DENTRO DEL CULO PARA QUE ASÍ DEJES DE ANDAR CON...!

Miro a Natty que en el momento tiene cara de interrogación.

- ¡Mierda Naty, era la tullida!
- Pero ¿cómo putas supo dónde…- Naty interrumpe la frase, parece que está cayendo en cuenta de algo, algo que se le olvidó. De repente suelta el maletín y, angustiada, se sienta en el borde de la cama. Saca un paquete de cigarrillos de su chaqueta, saca un cigarrillo del paquete y lo enciende con una zippo plateada que también saca de su chaqueta.

- Fuck! Debby, sorry, sorry.- Dice.- Debió seguirme cuando fui a mi puta casa.

De un tirón me levanto de la cama. Empiezo a buscar mi ropa. Me empiezo a vestir.

- ¿Fuiste a tu casa? ¡Mierda, sabias lo peligroso que era ir por esos lados! Y ¿Se puede saber para qué fuiste?
- Por malparida ropa, por puto maquillaje... sorry Debby, sorry.
- ¿Para qué necesitabas toda esa mierda? ¡La hubieras podido comprar maldita sea!, ahora tenemos plata, ¡mucha plata!

Camino hasta el armario y de este y saco un maletín color azul.

- ¡Mierda Natty, la vida no es sólo andar por ahí con una cara bonita!

Abro el bolso, el fajo de billetes que hay dentro sigue intacto; Natty no lo tocó, Natty es leal, solo que es un poco tonta. Al lado del fajo está el revólver calibre 38. Saco el revólver y me lo coloco en el cinto, justo atrás de la cadera. Cierro el bolso, me lo trepo al hombro y camino hacia Natty, la agarro de un brazo y la arrastro conmigo. Natty alcanza a coger su maletín naranja antes de que salgamos de la habitación. Mira mi entre pierna.

- Debby, tienes una erección.

Resucita

De nuevo este blog se activa, ya serán pocos los video de YouTube. Y bueno, nada, que les crezca.

domingo, 8 de marzo de 2009

Amigo imaginario de gran parte de la humanidad

Y pensar que por él no es disculpa que nos armemos una buena riña donde muchos son los que salen despachados con el rabo entre las piernas hacía “otro mundo”. Pero él nos ama, se sacrificó por nosotros, qué le vamos a hacer.


Foto: Byron Vélez

martes, 24 de febrero de 2009

Diálogo

Jasper
qué hiciste en tu cumpleaños?


Theo
Nada.

Jasper
Algo debes de haber hecho.

Theo
No. Fue como cualquier otro día. Me desperté, me sentí del carajo, trabajé, me sentí del carajo.

Jasper
Así se siente una resaca.

Theo
Al menos con una resaca siento algo. De verdad, Jasper, a veces...

Jasper
Siempre puedes venir a vivir con nosotros.

Theo
Entonces no tendría nada con que soñar.”


Children of men, P.D. James.